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viernes, 8 de febrero de 2013

La confesión… ¿a quién?

“Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error.” — Salmo 32:5

¿Hay algo más penoso que admitir que uno se ha equivocado? Para muchas personas es difícil admitir sus errores, y el bochorno puede aumentar si se tienen que admitir delante de otras personas que realizarán un juicio.

En el pasado tratamos el tema de la confesión, en el post: “¿Es necesario confesar los pecados a los ancianos?”. Desde que se publicó esa entrada se han recibido decenas de comentarios y correos privados preguntando sobre ese tema específico. Quizás parte de la confusión se debió a la afirmación “es necesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová.” Debido a todos esos comentarios se analizó con mayor detenimiento la información proveniente de la Organización y los textos bíblicos aplicables, tratando de ver dicha información de forma imparcial y sin dogmatismos. Le animamos a leer con detenimiento la sección Preguntas de los lectores de La Atalaya del 1 de junio de 2001 en donde se analiza con detenimiento esta cuestión.

Durante la semana del 14 de enero del presente año analizamos en congregación el artículo “¿Qué significa para usted el perdón de Jehová?” (De La Atalaya del 15 de noviembre de 2012). En el párrafo 10 se daban los pasos necesarios para obtener el perdón de pecados: Tener un espíritu perdonador, confesar nuestros pecados delante de Jehová y cambiar de actitud hacia el pecado. ¿Por qué no se mencionó allí la confesión a los ancianos como algo esencial para obtener perdón de pecados? La respuesta la hallamos en el párrafo 17 en donde se nos anima a que, si hemos pecado gravemente, debemos buscar la ayuda amorosa de los ancianos. ¿Qué significa esto? Tal como La Atalaya del 1 de junio de 2001 explica, la confesión a los ancianos es parte de un programa de ayuda espiritual que Jehová ha puesto. De hecho, al analizar con detenimiento toda la información concerniente al tema de la confesión provista por la Organización nos daremos cuenta que esta se pone siempre en un plano de ayuda para la recuperación del pecador, más no como una forma de obtener el perdón de nuestros pecados, ¿por qué? Veamos qué nos enseña la Biblia.

Es necesario que reconozcamos que la ley mosaica nos ayuda a ver el punto de vista divino sobre los pecados, sin embargo, ya no rige nuestra vida. Por lo tanto, nos concentraremos en lo que las Escrituras Griegas Cristianas tienen que decirnos sobre el sistema judicial.

¿Tenía autoridad la congregación para juzgar casos de pecados? La respuesta es sí. Cuando se trató un pecado de fornicación crasa en la congregación de Corinto el apóstol Pablo preguntó: “¿No juzgan ustedes a los de adentro, mientras Dios juzga a los de afuera?” (1 Corintios 5:12, 13) De modo que, como en el caso del hombre mencionado en 1 Corintios 5, cuando hay una influencia que corrompe a la congregación cristiana, la congregación tiene derecho de juzgar y expulsar a la mala influencia, a fin de preservar la espiritualidad de los hermanos.

¿Qué pasa, entonces, cuando una persona ha cometido un pecado pero se ha arrepentido de corazón? ¿Debe acudir a los ancianos buscando obtener el perdón de los pecados? La respuesta es no. A menudo citamos Santiago 5:14 como apoyo a nuestra idea de que debemos llamar a los ancianos cuando hemos cometido pecados graves. Hallamos un detalle interesante en el libro Comentario de la carta de Santiago, que al comentar este versículo dice que la frase “¿Hay alguno enfermo entre ustedes?” se refiere a “la debilidad o enfermedad espiritual, sea del tipo que sea y de cualquier causa.” La mayoría de veces que utilizamos este versículo lo usamos con conexión directa a cometer pecados graves y confesión, como si el discípulo Santiago se hubiera referido a ese problema en específico, pero un análisis detallado y contextual nos revela que el discípulo en realidad hace referencia a cualquier cosa que puede causarnos enfermedad espiritual. Obviamente, cuando alguien comete un pecado grave es porque ha estado enfermo espiritualmente, pues si hubiera estado sano no hubiera pecado. El punto que se desea resaltar es este: cuando en Santiago 5:14 se habla de llamar a los ancianos, en realidad no se está diciendo que el recibir perdón de nuestros pecados depende de que les confesemos nuestros pecados o no a otros hombres.

En realidad, el Salmo 32:5 deja claro que los pecados deben confesarse a Jehová si queremos recibir perdón.

Jehová, en su gran misericordia y justicia envió a su hijo Jesucristo para que diera su vida por nosotros, pagara un rescate, y así pudieran pagarse nuestros pecados. Tal como dice el apóstol Juan: “él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2) De modo que si obtenemos perdón de pecados es únicamente porque Jesucristo murió por nosotros, y él intercede a favor nuestro delante de su Padre (1 Juan 2:1; 1 Timoteo 2:5). Decir que el perdón de nuestros pecados depende de que confesemos nuestro error a otros humanos es, en realidad, restarle valor a nuestra propia relación personal con Jehová y al sacrificio de su hijo Jesucristo, como si este no fuese suficiente para pagar nuestros pecados.

Tal como decía La Atalaya del 15 de noviembre de 2012, para obtener perdón de pecados es importante confesar nuestros errores a Jehová, arrepentirnos y volvernos de nuestro mal proceder. De eso depende si seremos perdonados o no. Claro está, que la confesión a los ancianos bien puede ser una demostración evidente de nuestro arrepentimiento, pues revelará que no somos descarados ni que llevamos una doble vida. O también pudiera ser que nos sentimos tan mal que nos es imposible siquiera orar a Dios para pedirle su perdón. De modo que con lo anterior no estamos restándole importancia a la ayuda que los ancianos pueden ofrecer.

Solo que debemos aprender a no ser dogmáticos en cuanto a asuntos que las Escrituras no delinean con claridad, y en este caso, apegarnos a lo que ellas sí dicen: Que el perdón es algo que Jehová puede conceder al pecador arrepentido, basándose en el sacrificio de Cristo, y que los ancianos pueden dar ayuda para recuperar fortaleza espiritual. No es que los ancianos tengan funciones casi sacerdotales o que sean intermediarios entre Dios y nosotros. Más bien, es que ellos pueden darnos consejos sabios que nos ayudarán a no volver a caer en un proceder que pueda llevarnos a la desaprobación de Dios.

Jamás rechacemos la ayuda y guía que Jehová nos da en su Palabra Inspirada, y siempre aceptemos de buena gana los consejos basados en las Escrituras que nos den hermanos maduros de nuestra congregación.

sábado, 23 de junio de 2012

Testigos de Jehová apelarán al veredicto del jurado en el caso de California.

NUEVA YORK — Los Testigos de Jehová apelarán la decisión de un jurado de California en un caso que envuelve presuntos actos de abuso de menores.


El jurado dictó el pago de una cifra multimillonaria por daños a una mujer que alega que fue abusada por un miembro de una congregación local de los testigos de Jehová cuando era niña. En el juicio, la demandante alegó que las políticas de la Watchtower Bible and Tract Society contribuyeron al supuesto abuso. “Nosotros respetuosamente estamos en desacuerdo con la decisión del jurado. Esta es la primera vez que una organización es encontrada responsable por los supuestos delitos de un miembro que no mantiene una posición de liderazgo o autoridad,” dijo James McCabe, un abogado que representa a la Watchtower en este caso. “Lamentamos bastante cualquier daño que esta chica haya sufrido. Sin embargo, la organización no es responsable. Ahora acudimos a la Corte de Apelaciones para una revisión de este caso.”


J. R. Brown, un portavoz de la central mundial de los testigos de Jehová, comentó: “El hecho de que los testigos de Jehová aborrecen el abuso de menores, y se esfuerzan por proteger a los niños de tales actos, es bastante conocido. Los miembros individuales de una organización deben ser, en último caso, los responsables por sus propias acciones, particularmente cuando son tan flagrantes contra las normas morales y principios de una organización y sociedad.”


Traducción del comunicado oficial. La versión original en inglés puede leerla en http://www.jw-media.org/usa/20120620.htm

lunes, 25 de enero de 2010

VIVIR CRISTIANO: ¡EVITEMOS LOS PENSAMIENTOS APRESURADOS!

“Transfórmense rehaciendo su mente”
— Romanos 12:2 —

Desde que la humanidad cayó en la imperfección ‘la inclinación de los pensamientos de nosotros es mala todo el tiempo’ (Génesis 6:5). Lamentablemente, muchas veces nuestra mente va más allá de la realidad y busca defectos en nuestros hermanos, situación por la que no deberíamos culpar por completo a la imperfección, pues esos pensamientos sí los podemos combatir. A continuación veremos algunos casos en los que deberíamos evitar que nuestra mente se apresure a pensar mal.

Primero imagine la siguiente situación: Usted va en su automóvil cuando ve a la hermana Silvia con el hermano César saliendo de un restaurante solos y los ve entrar luego en la casa de la hermana Silvia; ambos hermanos son casados y usted sabe positivamente que el esposo de Silvia no se encuentra en casa ¿Qué es lo primero que pensaría? ¿Adulterio? Quizás, pero pregúntese antes: ¿Son las cosas tal y como estoy pensando? Una situación comparable se presentó en los días de Josué, el sucesor de Moisés, cuando la media tribu de Manasés, la tribu de Gad y la de Rubén tomaron posesión de sus tierras al otro lado del Jordán, en Galaad. El relato bíblico nos dice que al llegar a las “regiones del Jordán […] edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar sumamente [sobresaliente]” (Josué 22:10). Al ver esto, el resto de la nación de Israel que estaban al otro lado del Jordán pensaron que esto era un acto de apostasía —aunque después resultó no serlo— así que se dispusieron atacar militarmente a la media tribu de Manasés, Gad y Rubén (Josué 22:11, 12, 29). ¿Qué extraemos de este relato? A no ser apresurados al ver cosas que nos parezcan que son actos de infidelidad a Jehová. Es posible que la hermana Silvia tuviera una emergencia y el hermano César estuviera dispuesto a ayudarla. ¿Acaso habrá tenido un accidente el esposo de Silvia? ¿Y qué tal si el esposo de Silvia estuviera en el hospital por una emergencia, Silvia no hubiera tenido tiempo siquiera de comer y por eso la vieron salir de un restaurante con César? ¿Y si fueron a la casa de Silvia a traer algo de ropa para el esposo de ella? Antes de juzgar como pecadores a los hermanos en situaciones delicadas debemos analizar nuestro corazón y preguntarnos ¿es mi mente tan sucia como para pensar mal de mis hermanos aún cuando no hay pruebas contundentes en su contra? ¿Hay verdaderos motivos para sospechar de los hermanos? ¿Y qué tal si nos apresuramos a “pasar el chisme” a nuestros amigos o familia? El principio expuesto en Proverbios 29:20 nos ayuda cuando dice: “¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él.” Sí, nunca debemos apresurarnos a pensar mal de los hermanos ni a juzgarlos ante situaciones complicadas cuando el caso es que no sabemos todos los detalles. Ahora bien, ¿confiamos en exceso de los hermanos? ¿Qué hay sin en alguna ocasión vemos situaciones sospechosas y tenemos bases sólidas para creer que se está cometiendo un pecado grave? Tampoco deberíamos a apresurarnos a concluir que no está sucediendo nada malo, cuando hay bases para creer que sí, ni deberíamos a apresurarnos a defender a algún hermano o hermana cuando es acusado por alguien —quizás que no sea testigo—; simplemente limitémonos a no juzgar ni declarar inocente o culpable a alguien, pues esa labor es algo que no se nos ha asignado. ¿Qué debemos hacer, entonces, si sabemos de una situación sospechosa de algún hermano?
Quizás pensemos que antes de hablar con los ancianos es mejor preguntarle al hermano para estar seguros, pero reflexionemos (tomando como marco de circunstancias el caso expuesto en el párrafo anterior) ¿Me concierne saber si César y Silvia tienen una relación ilícita? Cuando reflexionamos en las palabras de 1 Tesalonicenses 4:11 (La Palabra de Dios para Todos) seguramente nos daremos cuenta de que en realidad no nos interesa saber si son ciertas o no nuestras sospechas, pues el apóstol Pablo escribió: “Hagan todo lo posible por vivir en paz. Cada uno preocúpese por lo suyo” (Lea también 1 Pedro 4:15). Entonces, ¿qué haremos? De nuevo el ejemplo de los Israelitas nos ayuda.

El relato nos muestra de que ellos, antes de atacar, enviaron una delegación para hablar con Gad, Rubén y la media tribu de Manasés, ¿a quienes enviaron? A Finehás “y con él a diez principales, un principal de cada casa paterna de todas las tribus de Israel, y cada uno era cabeza de la casa de sus padres de los millares de Israel” (Josué 22:13, 14). En la actualidad nosotros tenemos como “principales” a los ancianos de las congregaciones, de hecho, en el libro profético de Ezequiel se representa a los miembros de las “otras ovejas” que sirven como ancianos de congregación como “el Principal” (Ezequiel capítulos 44 a 48). Esto nos muestra qué tenemos qué hacer: Comentar con un anciano capacitado y maduro lo que vimos o nos dijeron. Nunca deberíamos añadir o cambiar palabras para que la situación aparente ser más grave o más ligera de lo que realmente es. Limitémonos a informar lo que sabemos. Esto, por supuesto, no es chisme, por eso, antes de hablar con los ancianos preguntémonos “¿Con qué intención lo hago? ¿Es el celo piadoso el motivo, o es por ‘chismear’?” Los ancianos deberán saber qué hacer en tales casos, así que oremos a Jehová y confiemos en que él usará a los ancianos para descubrir la verdad y mantener limpia la congregación. Nunca debemos minimizar la seriedad de los asuntos, pues si hay un pecado grave envuelto se verá afectada toda la congregación. Esto se evidencia en las palabras de la delegación enviada por la nación de Israel a Gad, Rubén y la media tribu de Manasés, cuando dicen que el pecado que cometieron en Peor (cuando algunos israelitas adoraron al Baal y cometieron inmoralidad sexual con las madianitas y moabitas, véase Números capítulo 25) no ha sido limpiado por completo; y cuando recuerdan el pecado de Acán y señalan que este afectó a toda la nación. También señalaron que si ellos estaban cometiendo un acto de apostasía, la cólera de Jehová vendría sobre toda la nación de Israel (Josué 22:16-20). Esto resalta la importancia de no ocultar los pecados ajenos. Por amor a Jehová y a la congregación entera debemos informar cualquier pecado grave que se esté cometiendo. Ahora bien ¿qué hay si nosotros somos quienes estamos en el caso del hermano César?

Si se nos acusara de cometer un pecado grave y somos inocentes, ¿cómo deberíamos reaccionar? El ejemplo de Gad, Rubén y la media tribu de Manasés nos ayudará. Al leer Josué 22:21-34 nos damos cuenta que estas personas inocentes no demostraron enojo contra la delegación ni contra el resto de la nación de Israel ¿Por qué? Seguro entendieron que los motivos por los cuales los Israelitas reaccionaron de tal forma eran, hasta cierto grado, justificables. Los israelitas ya habían sufrido azotes por parte de Jehová cuando se cometieron pecados graves, y seguro que no querían volver a sufrirlos. Ellos también sabían que Finehás, debido a su celo, mató a Simrí y Cozbí —en el caso de Peor—, así que seguro entendieron que lo que llevó a tal reacción fueron motivos piadosos, aunque un tanto apresurados. Pensando en eso, si un anciano se acercara a nosotros a preguntarnos respecto a algún caso, que quizás sea grave, y nosotros estamos implicados, ¿tendríamos motivos razonables para enojarnos contra ese anciano? ¿Acaso tenían motivos los Gaditas, los Rubenitas y la media tribu de Manasés para enojarse contra Finehás y los principales? No, porque ellos simplemente estaban cumpliendo su labor. En nuestro caso, en vez de enojarnos contra el anciano deberíamos agradecer que se tomó el tiempo de hablar con nosotros antes de dictar juicio contra nosotros; él simplemente está cumpliendo con sus obligaciones. Tampoco deberíamos apresurarnos a tildar como chismoso al hermano que nos acusó —si acaso sabemos quién fue—, pues lo más probable es que su celo, su amor por Jehová y su amor por la congregación (y quizás su amor por nosotros mismos) lo haya movido a llevar a los ancianos ese informe.

Por supuesto, aplicar los tres principios que aprendimos del capítulo 22 de Josué no será nada fácil. Nuestra imperfección humana nos llevará vez tras vez a pensar mal de otras personas, a levantar falsas acusaciones o a tildar de chismosos a los hermanos, pero siempre pensemos “¿Son realmente las cosas como creo que son?” Tengamos presentes las palabras de Romanos 12:2 que dice: “Y cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios”. El hecho de que diga que tenemos que ‘rehacer nuestra mente’ nos indica que tendremos que luchar contra nuestros propios pensamientos pecaminosos y contra la influencia sucia de este sistema de cosas. Sin embargo, si nos esforzamos por adoptar la mente de Jehová respecto a los asuntos de congregación y las relaciones personales, podemos estar seguros de que tendremos la bendición y aprobación de nuestro justo y amoroso creador.

lunes, 28 de diciembre de 2009

VIVIR CRISTIANO: “¿QUÉ HAGO SI SÉ QUE UN HERMANO COMETIÓ UN PECADO GRAVE?”

“Ahora bien, en caso de que peque un alma por cuanto ha oído maldecir en público y es testigo, o lo ha visto o ha llegado a saber de ello, si no lo informa, entonces tiene que responder por su error”
Levítico 5:1 —

De alguna forma Carlos supo que Mario se había emborrachado, pero no solo una vez, sino tres. Mario era amigo íntimo de Carlos, de modo que Carlos se encuentra ante un dilema: ¿debería acusar a su amigo? ¿Qué debería hacer? ¿Hablar con Mario? ¿Ir directamente con los ancianos? ¿O será mejor si guarda silencio? La Biblia da sabios consejos.

Primero que nada, ¿debería Carlos guardar silencio? El principio bíblico de Levítico 5:1 nos ayuda a comprender la situación. Allí dice: “Ahora bien, en caso de que peque un alma por cuanto ha oído maldecir en público y es testigo, o lo ha visto o ha llegado a saber de ello, si no lo informa, entonces tiene que responder por su error”. ¿Qué significan esas palabras? ¿A qué se refiere cuando habla de “maldecir en público”? Veamos.

Cuando un israelita era víctima de una injusticia, la persona culpable debería pagar por ese error. Pero, ¿qué pasaba cuando la víctima no sabía quién había sido quien había cometido el pecado? Se ponía en la puerta de la ciudad a proferir maldiciones en contra de esa persona. Al escuchar las maldiciones las personas sabían que se estaba buscando al culpable del pecado, así que si alguien sabía quién era el autor de la injusticia y no lo informaba debía responder por su error.

Así que el pecado mencionado en Levítico 5:1 no es proferir maldiciones. Profería maldiciones la persona inocente, y los testigos del pecado debían presentarse a acusar al pecador delante de los jueces.

Este relato nos ayuda a responder a la pregunta ¿Debería Carlos guardar silencio? Claramente el principio bíblico responde: ¡No! Ahora bien ¿con quién debería hablar Carlos? Todo dependerá de la situación.

La Biblia insta a no encubrir pecados ajenos, pues al encubrirlos nos hacemos partícipes de ellos, así que también estaremos pecando contra Jehová (1 Timoteo 5:22). Sin embargo, saber con quién debería hablarse dependerá en buena medida de las circunstancias.

En algunos casos será necesario el discernimiento para saber a qué persona dirigirse. En algunos casos quizás sea sabio hablar con la persona que cometió el pecado grave. Esto también sería amoroso por nuestra parte, pues le brinda la oportunidad al pecador de disfrutar la misericordia mostrada al que no encubre su pecado (Proverbios 28:13).

Aún así es posible que haya casos en los que sea necesario ir directamente con los ancianos de congregación para informar el pecado grave. ¿Cuándo? Esto dependerá de muchos factores. Por ejemplo ¿Cuántas personas más saben el asunto? ¿El pecador sabe que usted está enterado? ¿Se percibe arrepentimiento sincero? ¿Acudirá él a los ancianos o está tratando de encubrir por todos los medios su error? En todos los casos lo mejor es pedir la guía de Jehová mediante la oración y la lectura de publicaciones que el “Esclavo Fiel y Discreto” ha suministrado a fin de tomar la decisión más sabia y amorosa (Filipenses 2:3, 4).

No debemos olvidar que el silencio no es una opción. Debemos ver cómo influye en nosotros el principio expuesto en Levítico 5:1. Cada pecado grave que se comete ofende a Jehová, así que los pecados son en contra de él. Así que Jehová prefigura al israelita inocente que exigía que se presentara testigos ante los jueces. En la actualidad es Jehová quien está, por decirlo así, profiriendo maldiciones, exigiendo que se presenten testigos para que el pecado encubierto salga a la luz y se haga justicia. Los jueces en la actualidad son los ancianos de la congregación.

Nuestro sentido de la justicia nos debería decir que no debemos encubrir un pecado grave. Pero esto no es solo un asunto de justicia y disciplina. Recordemos que nuestro hermano que ha pecado está en una situación de grave enfermedad espiritual, enfermedad que puede costarle la vida misma. ¿Querría usted hacerse culpable de derramamiento de sangre al encubrir un pecado? (Compárese con Ezequiel 3:18 y 33:14).

Al denunciar un pecado lo hacemos, no por causar daño a nuestro hermano, sino por que lo amamos y amamos la congregación, de modo que queremos mantenerla pura. Cuando un pecado está encubierto en la congregación el espíritu santo de Jehová ‘se contrista’ (Efesios 4:30). Por poner un ejemplo, en una congregación durante un tiempo se veía poco progreso, así que fue necesario remover ancianos de esa congregación. Algunos de ellos hasta fueron expulsados de la congregación, ¿cuál fue el resultado de que salieran a luz pecados graves? Que tras esa limpieza la congregación empezó a crecer, y actualmente se distingue por ser muy amorosa. Los que fueron expulsados humildemente se arrepintieron y actualmente sirven fielmente a Jehová y disfrutan de la influencia positiva del espíritu santo.

Las medidas disciplinarias de la congregación podrían parecer extremas en algunos casos, pero siempre se persigue el mismo objetivo: que el pecador recupere su relación con Jehová. Así que si alguna vez nos enteramos de que alguien, quizás un amigo íntimo, ha cometido un pecado grave no deberíamos dudar qué hacer. Si el amor que tenemos hacia nuestro hermano es sincero, querremos ayudarlo, y no lo ayudaremos guardando silencio. A su vez, si el amor que él tiene por Jehová es ‘sin hipocresía’ y su arrepentimiento es sincero las probabilidades de que sea expulsado de la congregación son mínimas. Las penalidades y bochornos que el hermano podría pasar al ser disciplinado serán superados con creces al producir los resultados. Así que, por amor a Jehová y a nuestros hermanos nunca callaremos un pecado grave. (Romanos 12:9; Hebreos 12:11).

lunes, 30 de noviembre de 2009

VIVIR CRISTIANO: ¿ES NECESARIO CONFESAR LOS PECADOS A LOS ANCIANOS?

LES ANIMAMOS ENCARECIDAMENTE A LEER UNA ENTRADA ACTUALIZADA SOBRE ESTE TEMA, EN EL VÍNCULO QUE ENCONTRARÁN A CONTINUACIÓN:

http://jomaixtj.blogspot.com/2013/02/la-confesion-quien.html

“Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová”
— Salmo 32:5 —


En cierto momento de nuestra vida, la mayoría experimentamos momentos de debilidad espiritual y moral. Estando nuestra espiritualidad débil corremos alto riesgo de cometer pecados graves. Nos rodea el degradante espíritu del mundo y si nos descuidamos, nos infectará. Los programas de la TV presentan la violencia como algo emocionante, las relaciones sexuales prematrimoniales y la borrachera como algo normal y hasta el estilo de vida gay como algo totalmente aceptable. Por esa razón es posible que nuestra conciencia empiece a acostumbrarse a tales situaciones y empecemos a tolerar tales prácticas condenadas por la Biblia. Si seguimos tolerando tal conducta es posible que después pasemos a aceptarla, y tras aceptarla nada impedirá que la practiquemos. Si eso nos ha sucedido, ¿qué debemos hacer? Tras cometer un pecado grave muchos tratan de encubrirlo.

La Biblia relata cómo el Rey David trató de encubrir pecados graves. Dejó que sus ojos alimentaran su deseo de tener relaciones sexuales con Bat-Seba, así que mandó traerla y se acostó con ella. Cuando supo que ella estaba embarazada trató de ocultarlo intentando que el esposo de Bat-seba, Urías, se acostara con ella. Como no lo logró hizo que Urías muriera en el campo de batalla. En este caso vemos al menos dos pecados graves: Adulterio y Asesinato (2 Samuel capítulo 11).

Por supuesto que como ser humano imperfecto David quiso ocultar su pecado, pero tal plan no funcionó pues Jehová usó a su profeta Natán para desenmascarar a David. Natán logró que David se arrepintiera, de modo que hizo lo que expresó en el Salmo 32:5, confesar su pecado a Jehová. Jehová lo perdonó y le permitió seguir viviendo, aunque no lo libró de las malas consecuencias de su proceder.

En la actualidad pueden surgir situaciones similares. Es posible que alguien de buen corazón y que ame a Jehová deje que su espiritualidad se debilite, de modo que llegue a cometer un pecado grave. Al pasar el tiempo es probable que su conciencia lo empiece a condenar, ¿qué debe hacer? Primero que nada, debe arrepentirse, no por las consecuencias que le trae su pecado, sino por haberle fallado a Jehová. Luego debe confesar su pecado a Jehová, pero, ¿es suficiente? No, pero quizás se engañe pensando que Jehová lo perdonará aún si no lo confiesa a los ancianos. Analicemos si es realmente necesario que confesemos nuestro pecado a los ancianos de la congregación.
En el caso de David podemos notar que Jehová no habló directamente con David sobre el asunto, usó al profeta Natán, un ser humano de imperfecto al igual que David. En el tiempo de la nación de Israel Jehová se comunicaba directamente con Moisés sobre asuntos importantes, pero, ¿qué sucedía cuando se acusaba a alguien de cometer un pecado grave? De nuevo se usaba a seres humanos imperfectos para determinar el asunto; eran los jueces los que tenían que “escudriñar cabalmente” el asunto. Aunque era una época en que Jehová sí hablaba directamente con los humanos, en estos casos Jehová, aunque de seguro guiaba con su espíritu a los Jueces, no les hablaba directamente para tomar las decisiones (Deuteronomio 19:15-21). Esto demuestra que Jehová, desde que estableció su adoración organizada en la tierra ha usado humanos imperfectos a quienes guía con su espíritu para tratar estos casos.

¿Han cambiado los asuntos en la congregación Cristiana? No mucho. El discípulo Santiago escribió: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos de la congregación” (Santiago 5:14). ¿A que se refería el discípulo Santiago? Está claro que se refería a enfermedad espiritual, ¿cómo lo sabemos? En el versículo 13 el discípulo contrasta el que alguien esté sufriendo mal con el contentamiento, así que el contexto muestra que el discípulo habla de un estado psicológico. Por otra parte, el discípulo Santiago dice que si alguien está enfermo que llame a los ancianos, no dijo que llamara a los hermanos que tuvieran el don de la curación, y recordemos que en 1 Corintios 14:5 se da indicios de que no todos tenían todos los dones del espíritu pues allí se señala que algunos disfrutaban del don de lenguas y otros del don de la profecía, así que no por ser anciano alguien automáticamente adquiría los dones del espíritu, incluyendo el don de hablar en lenguas, el don de profetizar o el don de la curación milagrosa. No dijo tampoco que llamara a los médicos. Esto nos indica otra vez que se refería a una enfermedad espiritual, abatimiento por haber cometido un pecado pues relacionó el llamar a los ancianos con ‘confesar abiertamente los pecados’ y con recibir sanación (versículo 16). Esto nos lleva a la conclusión de que el discípulo no se refería a una enfermedad espiritual. Y es que cuando cometemos un pecado grave nos hallamos gravemente en un estado de enfermedad espiritual. Cuando el que comete un pecado grave de verdad ama a Jehová, siente pesar por haber fallado. Sin duda se identifica con los sentimientos del Salmista quien dijo: “Cuando me quedé callado, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día” (Salmo 32:3). ¿Qué hacer en esos casos?

Puede que alguien piense que lo que dijo el Salmista en el Salmo 32:5 es suficiente, a saber, confesar el pecado a Jehová. Escudándose en que esto es suficiente, posiblemente el pecador se niegue a ‘llamar a los ancianos’ y ‘confesar abiertamente su pecado’; esta actitud no necesariamente indica que el pecador no está arrepentido de corazón, pues pudiera ser que evitara hablar de eso con los ancianos debido a la misma vergüenza que siente por su penosa situación, quizás tampoco quiere correr el riesgo de ser expulsado de la congregación, o en algún caso en donde se envuelve el orgullo, es posible que no hable con los ancianos por que no quiere perder sus privilegios. Quizás piense que con haberse arrepentido y pedido perdón a Jehová en oración es suficiente, pero ¡no debemos engañarnos con ese razonamiento falso!

Notemos algo muy interesante en Santiago 5:14, 15, pues el discípulo relaciona el llamar a los ancianos con recibir perdón de pecados. Esto bien nos puede indicar de que esnecesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová. De modo que no es suficiente solo con pedir perdón a Jehová, hay que llamar a los ancianos y la ‘oración de ellos’, posiblemente oración hecha en un comité judicial, nos “sanará”, y así obtendremos el perdón de Jehová. Además de eso los ancianos nos darán consejos que nos ayuden a seguir fuertes en sentido espiritual y resueltos a no volver a pecar. Esto se evidencia por las palabras del discípulo Santiago cuando dice “que ellos [los ancianos] oren sobre él, untándo[lo] con aceite en el nombre de Jehová” (Versículo 14). ¿A qué se refería Santiago? Entendemos mejor estas palabras cuando leemos el Salmo 141:5 que dice: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar.”. De modo que la censura que los ancianos nos darán, así como sus amorosos consejos son ese “aceite” que mencionó Santiago y que contribuirán a nuestra curación espiritual.

Lo más sensato es pedir la ayuda de los ancianos; no debemos temer ser expulsados si no hemos convertido el pecado en una práctica o si estamos sinceramente arrepentidos, pues se expulsa únicamente a los que practican el pecado y los que no se han arrepentido. Además, sin la confesión será imposible obtener el perdón de Jehová. Ahora bien, sabemos qué hay que hacer cuando cometemos pecados graves, pero, ¿qué haremos cuando nos enteramos de un pecado grave que ha cometido otromiembro de la congregación? ¿Qué acciones tomará la congregación ante una acusación de ese tipo? La Biblia dice qué hay que hacer y de eso trataremos en la siguiente semana.