“Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error.” — Salmo 32:5
¿Hay algo más penoso que admitir que uno se ha equivocado? Para muchas personas es difícil admitir sus errores, y el bochorno puede aumentar si se tienen que admitir delante de otras personas que realizarán un juicio.
En el pasado tratamos el tema de la confesión, en el post: “¿Es necesario confesar los pecados a los ancianos?”. Desde que se publicó esa entrada se han recibido decenas de comentarios y correos privados preguntando sobre ese tema específico. Quizás parte de la confusión se debió a la afirmación “es necesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová.” Debido a todos esos comentarios se analizó con mayor detenimiento la información proveniente de la Organización y los textos bíblicos aplicables, tratando de ver dicha información de forma imparcial y sin dogmatismos. Le animamos a leer con detenimiento la sección Preguntas de los lectores de La Atalaya del 1 de junio de 2001 en donde se analiza con detenimiento esta cuestión.
Durante la semana del 14 de enero del presente año analizamos en congregación el artículo “¿Qué significa para usted el perdón de Jehová?” (De La Atalaya del 15 de noviembre de 2012). En el párrafo 10 se daban los pasos necesarios para obtener el perdón de pecados: Tener un espíritu perdonador, confesar nuestros pecados delante de Jehová y cambiar de actitud hacia el pecado. ¿Por qué no se mencionó allí la confesión a los ancianos como algo esencial para obtener perdón de pecados? La respuesta la hallamos en el párrafo 17 en donde se nos anima a que, si hemos pecado gravemente, debemos buscar la ayuda amorosa de los ancianos. ¿Qué significa esto? Tal como La Atalaya del 1 de junio de 2001 explica, la confesión a los ancianos es parte de un programa de ayuda espiritual que Jehová ha puesto. De hecho, al analizar con detenimiento toda la información concerniente al tema de la confesión provista por la Organización nos daremos cuenta que esta se pone siempre en un plano de ayuda para la recuperación del pecador, más no como una forma de obtener el perdón de nuestros pecados, ¿por qué? Veamos qué nos enseña la Biblia.
Es necesario que reconozcamos que la ley mosaica nos ayuda a ver el punto de vista divino sobre los pecados, sin embargo, ya no rige nuestra vida. Por lo tanto, nos concentraremos en lo que las Escrituras Griegas Cristianas tienen que decirnos sobre el sistema judicial.
¿Tenía autoridad la congregación para juzgar casos de pecados? La respuesta es sí. Cuando se trató un pecado de fornicación crasa en la congregación de Corinto el apóstol Pablo preguntó: “¿No juzgan ustedes a los de adentro, mientras Dios juzga a los de afuera?” (1 Corintios 5:12, 13) De modo que, como en el caso del hombre mencionado en 1 Corintios 5, cuando hay una influencia que corrompe a la congregación cristiana, la congregación tiene derecho de juzgar y expulsar a la mala influencia, a fin de preservar la espiritualidad de los hermanos.
¿Qué pasa, entonces, cuando una persona ha cometido un pecado pero se ha arrepentido de corazón? ¿Debe acudir a los ancianos buscando obtener el perdón de los pecados? La respuesta es no. A menudo citamos Santiago 5:14 como apoyo a nuestra idea de que debemos llamar a los ancianos cuando hemos cometido pecados graves. Hallamos un detalle interesante en el libro Comentario de la carta de Santiago, que al comentar este versículo dice que la frase “¿Hay alguno enfermo entre ustedes?” se refiere a “la debilidad o enfermedad espiritual, sea del tipo que sea y de cualquier causa.” La mayoría de veces que utilizamos este versículo lo usamos con conexión directa a cometer pecados graves y confesión, como si el discípulo Santiago se hubiera referido a ese problema en específico, pero un análisis detallado y contextual nos revela que el discípulo en realidad hace referencia a cualquier cosa que puede causarnos enfermedad espiritual. Obviamente, cuando alguien comete un pecado grave es porque ha estado enfermo espiritualmente, pues si hubiera estado sano no hubiera pecado. El punto que se desea resaltar es este: cuando en Santiago 5:14 se habla de llamar a los ancianos, en realidad no se está diciendo que el recibir perdón de nuestros pecados depende de que les confesemos nuestros pecados o no a otros hombres.
En realidad, el Salmo 32:5 deja claro que los pecados deben confesarse a Jehová si queremos recibir perdón.
Jehová, en su gran misericordia y justicia envió a su hijo Jesucristo para que diera su vida por nosotros, pagara un rescate, y así pudieran pagarse nuestros pecados. Tal como dice el apóstol Juan: “él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2) De modo que si obtenemos perdón de pecados es únicamente porque Jesucristo murió por nosotros, y él intercede a favor nuestro delante de su Padre (1 Juan 2:1; 1 Timoteo 2:5). Decir que el perdón de nuestros pecados depende de que confesemos nuestro error a otros humanos es, en realidad, restarle valor a nuestra propia relación personal con Jehová y al sacrificio de su hijo Jesucristo, como si este no fuese suficiente para pagar nuestros pecados.
Tal como decía La Atalaya del 15 de noviembre de 2012, para obtener perdón de pecados es importante confesar nuestros errores a Jehová, arrepentirnos y volvernos de nuestro mal proceder. De eso depende si seremos perdonados o no. Claro está, que la confesión a los ancianos bien puede ser una demostración evidente de nuestro arrepentimiento, pues revelará que no somos descarados ni que llevamos una doble vida. O también pudiera ser que nos sentimos tan mal que nos es imposible siquiera orar a Dios para pedirle su perdón. De modo que con lo anterior no estamos restándole importancia a la ayuda que los ancianos pueden ofrecer.
Solo que debemos aprender a no ser dogmáticos en cuanto a asuntos que las Escrituras no delinean con claridad, y en este caso, apegarnos a lo que ellas sí dicen: Que el perdón es algo que Jehová puede conceder al pecador arrepentido, basándose en el sacrificio de Cristo, y que los ancianos pueden dar ayuda para recuperar fortaleza espiritual. No es que los ancianos tengan funciones casi sacerdotales o que sean intermediarios entre Dios y nosotros. Más bien, es que ellos pueden darnos consejos sabios que nos ayudarán a no volver a caer en un proceder que pueda llevarnos a la desaprobación de Dios.
Jamás rechacemos la ayuda y guía que Jehová nos da en su Palabra Inspirada, y siempre aceptemos de buena gana los consejos basados en las Escrituras que nos den hermanos maduros de nuestra congregación.
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viernes, 8 de febrero de 2013
La confesión… ¿a quién?
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jueves, 5 de enero de 2012
¿Ayudamos a la oveja herida?
“Den su apoyo a los débiles” — 1 Tes. 5:14
Cuando se siente mal, ¿a quién acude? Si es una enfermedad física, seguramente querrá recurrir a su médico, ¿no es cierto? Pero, ¿qué sucede si es una enfermedad espiritual? Vez tras vez se compara a los ancianos de congregación como médicos que pueden ayudarnos a sanar espiritualmente, especialmente si hemos cometido pecados graves y necesitamos ayuda para recibir el perdón de Jehová.
Santiago 5:14 dice: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos”. Aunque el discípulo no habla específicamente de pecados graves en este versículo, es obvio que cuando alguien pecó, ¡es porque está enfermo espiritualmente! De hecho, los versículos siguientes sí hablan de la confesión y el perdón de pecados.
Muchos hermanos han seguido esta amonestación y ha acudido a los ancianos solicitando ayuda para reponerse espiritualmente. Quieren tener una posición limpia delante de Jehová y por ello confiesan sus transgresiones, ¿cómo debería ver la congregación a estos cristianos?
CUANDO ALGUIEN ES CENSURADO PÚBLICAMENTE
Durante la audiencia con el comité judicial, los ancianos de la congregación evalúan el grado de arrepentimiento de la persona. Cuando alguien rechaza de plano las normas de Jehová y deja que el pecado sea una práctica en su vida y no muestra ningún arrepentimiento, los ancianos obedecen la exhortación bíblica: “Remuevan al [hombre] inicuo de entre ustedes” (1 Cor. 5:13).
Sin embargo, la gran mayoría de personas que acuden a los ancianos, van buscando ayuda. En caso de probarse que la persona está sinceramente arrepentida, los ancianos procuran curar a esta persona, “untándolo con aceite en el nombre de Jehová” (Compare Santiago 5:14 con Salmo 141:5). Esta acción implica reprensión, censura (2 Tim. 4:2). Cuando el pecado es de conocimiento general, los ancianos hacen un anuncio a la congregación informando que la persona ha sido censurada. ¿Cómo deberíamos ver a los hermanos que fueron censurados?
Primero, debemos recordar que no están bajo censura, como si estuvieran bajo una especie de prueba o algo así. Ellos ya han sido censurados y hay evidencia de que han corregido su mal proceder; de lo contrario hubieran sido expulsados de la congregación.
Hay quienes ven a estos hermanos como “malas compañías”. Es cierto que espiritualmente no están tan saludables como se espera de la mayoría de hermanos de la congregación. ¿Implica esto que debemos cortar todo trato social con esta persona? No es lo que el esclavo fiel y discreto ha dicho. Sin embargo, si algún hermano tiene razones para considerar a alguien que fue censurado como “mala compañía”, está en su derecho de evitar el compañerismo estrecho con este hermano. Sin embargo, antes de proceder de ese modo preguntémonos: ¿Tengo razones sólidas para creer que puede ser mala influencia para mí? ¿Hay motivos para creer que aún continúa practicando el pecado? ¿O será que estoy tomando la actitud del fariseo de la ilustración de Lucas 18:9-14?
En cualquier caso, nuestro principal interés debería ser amar a Jehová y mostrar amor al prójimo. Seguimos la exhortación de 1 Juan 3:18 de no amar sólo de palabra y con la lengua, sino en hecho y verdad. Por lo tanto, antes de apresurarnos a juzgar a un hermano, evaluamos si podemos ayudarlo a recuperar fuerzas espirituales y evitamos cualquier actitud farisaica que evidencia que nos consideramos demasiado justos (Eclesiastés 7:16).
Es cierto que los ancianos que componen el comité judicial tienen la responsabilidad de ayudar a la oveja bajo su cuidado, pero todos los miembros podemos hacer que esta se sienta apreciada en la congregación, y que continúe con el deseo de permanecer en ella. Pero, ¿qué sucede si pareciera que los ancianos han abandonado a la oveja?
¿UNA OVEJA HERIDA ABANDONADA?
Cuando un hermano acepta ser anciano de congregación, acepta la responsabilidad de cuidar de las ovejas. A partir de ese momento tiene la obligación de velar por las almas de los hermanos (1 Ped. 5:1-4). Especialmente cuando un hermano precisa ayuda ellos recuerdan que tienen la responsabilidad de juzgar y ayudar en representación de Jehová. Por eso procuran tratar con amor, dignidad y respeto a las ovejas. Tratan con paciencia a las ovejas heridas que desean ser sanadas.
Los ancianos saben que la ayuda no se puede brindar en una única audiencia con el comité judicial. La ayuda que la oveja precisa debe ser continua hasta que esté plenamente recuperada. Los ancianos deben ayudarla a no caer de nuevo en el pecado.
Sin embargo, muchas veces hay hermanos que se han sentido abandonados por los ancianos de la congregación, ¿qué es lo que realmente ha sucedido en estos casos? ¿Cómo podemos ayudar a un hermano que se siente de esa forma?
Primero que nada, recordemos que los ancianos siguen siendo imperfectos igual que nosotros. Aparte de ver nuestros problemas, ellos deben atender muchas responsabilidades en la congregación, quizás atender otros casos judiciales, y aparte, atender su trabajo, su esposa y quizás sus hijos. ¿Están los ancianos a nuestras órdenes para cuando nosotros lo queramos? Por supuesto que no. Ellos limitan tiempo de sus propias actividades para atender nuestros asuntos. ¿No deberíamos estar agradecidos por ello?
¿Justificaría esto que un hermano enfermo espiritualmente sea abandonado tras el comité judicial? ¡De ninguna manera! Recordemos que tras ser recomendado como anciano, y ser aprobada esta solicitud, queda en manos del hermano si aceptará el nombramiento o no, y al aceptar ese cargo, el hermano anciano ha aceptado con ella todas las responsabilidades y obligaciones que como consecuencia vienen. Se espera que ellos estén listos a ayudarnos. Y no hace falta mucho tiempo para que briden ayuda. Basta con que en el ministerio del campo o en las reuniones cristianas muestre un poco de interés en el hermano que ha sido censurado.
¿Qué pasa cuando un hermano se queja con nosotros de que ha sido abandonado por los ancianos? No nos apresuremos a juzgar ninguna de las dos partes. Jehová no nos ha dado el derecho de hacerlo. Consideremos todas las posibilidades, y en lo posible, mantengámonos neutrales en el asunto y siempre procuremos animar al hermano que fue censurado.
Si no tenemos equilibrio podríamos caer en dos serios problemas ante esta situación. El primer problema podría deberse a nuestro celo por la verdad y nuestro amor por la organización terrestre de Jehová. Quizás lleguemos a la conclusión de que los ancianos en verdad han hecho todo lo que está en sus manos, pero que el hermano ha mostrado necedad y no se ha dejado ayudar, pero, ¿nos consta que esto ha sido así? Al insinuar que los ancianos siempre están en lo correcto, y que es el hermano el del problema, ¿podría ser que nos estemos pareciendo a los falsos amigos de Job, que lo culparon de todos sus males diciendo que Jehová era justo y que el hombre no merece nada bueno de parte de él? Recordemos, los ancianos son imperfectos y no nos consta qué han hecho o dejado de hacer a fin de ayudar al hermano. En vista de esto, es mejor no culpar al hermano. Es cierto que si no hubiera descuidado su espiritualidad no se enfrentaría a tal situación, pero debemos procurar, no ver lo que hizo o dejó de hacer, sino cómo podemos ayudarlo de ahora en adelante.
Pero podría presentarse el otro problema, totalmente opuesto a este primero. Quizás con el afán de animar al hermano le demos la razón en todo lo que dice, y hasta critiquemos a los ancianos. ¡Este sería otro gran error! Tanto el apóstol Pedro como el discípulo Judas advirtieron con claridad —e incluso severidad— sobre la crítica a los ancianos. Se dice de las personas que caen en la murmuración que son “olas bravas del mar, que lanzan como espuma sus propias causas de vergüenza; estrellas sin rumbo fijo, para las cuales la negrura de la oscuridad permanece reservada para siempre” (Judas 13). ¡No queremos que se diga eso de nosotros! No debemos ignorar el hecho de que no sabemos qué ocurrió con exactitud durante la audiencia con el comité judicial o qué arreglos tienen hechos ya los ancianos para ayudar al hermano. En vista de que no tenemos todos los detalles y nunca los tendremos, recordemos estas palabras: “Sin embargo, estos [hombres] están hablando injuriosamente de todas las cosas que realmente no conocen; pero [en cuanto a] todas las cosas que sí entienden naturalmente como los animales irracionales, en estas cosas siguen corrompiéndose” (Judas 10; compárese con 2 Pedro 2:12).
En vista de esto, ¿no deberíamos mantenernos al margen de la disputa sobre quién está mal? Jehová no nos ha concedido el derecho de juzgar este tipo de situaciones, y si los ancianos han hecho bien su trabajo o no, es algo por lo cuál ellos mismos deberán entregar cuentas a Jehová, ¿no es este hecho suficientemente serio?
Por lo tanto, evitemos por todos los medios ponernos a favor o en contra de un hermano en esta situación. Evitemos bajo toda circunstancia la murmuración, pero también evitemos juzgar al hermano. Procuremos ayudarlo. Hagamos que se sienta amado en la congregación y recordémosle el amor que Jehová le tiene. No dejemos que una oveja herida muera espiritualmente.
No sólo los ancianos pueden ayudar a las ovejas lastimadas; todos podemos tomar parte en esta labor. Sigamos, por lo tanto, el consejo del apóstol Pablo a los tesalonicenses: “hablen confortadoramente a las almas abatidas, den su apoyo a los débiles” (1 Tes. 5:14).
Cuando se siente mal, ¿a quién acude? Si es una enfermedad física, seguramente querrá recurrir a su médico, ¿no es cierto? Pero, ¿qué sucede si es una enfermedad espiritual? Vez tras vez se compara a los ancianos de congregación como médicos que pueden ayudarnos a sanar espiritualmente, especialmente si hemos cometido pecados graves y necesitamos ayuda para recibir el perdón de Jehová.
Santiago 5:14 dice: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos”. Aunque el discípulo no habla específicamente de pecados graves en este versículo, es obvio que cuando alguien pecó, ¡es porque está enfermo espiritualmente! De hecho, los versículos siguientes sí hablan de la confesión y el perdón de pecados.
Muchos hermanos han seguido esta amonestación y ha acudido a los ancianos solicitando ayuda para reponerse espiritualmente. Quieren tener una posición limpia delante de Jehová y por ello confiesan sus transgresiones, ¿cómo debería ver la congregación a estos cristianos?
CUANDO ALGUIEN ES CENSURADO PÚBLICAMENTE
Durante la audiencia con el comité judicial, los ancianos de la congregación evalúan el grado de arrepentimiento de la persona. Cuando alguien rechaza de plano las normas de Jehová y deja que el pecado sea una práctica en su vida y no muestra ningún arrepentimiento, los ancianos obedecen la exhortación bíblica: “Remuevan al [hombre] inicuo de entre ustedes” (1 Cor. 5:13).
Sin embargo, la gran mayoría de personas que acuden a los ancianos, van buscando ayuda. En caso de probarse que la persona está sinceramente arrepentida, los ancianos procuran curar a esta persona, “untándolo con aceite en el nombre de Jehová” (Compare Santiago 5:14 con Salmo 141:5). Esta acción implica reprensión, censura (2 Tim. 4:2). Cuando el pecado es de conocimiento general, los ancianos hacen un anuncio a la congregación informando que la persona ha sido censurada. ¿Cómo deberíamos ver a los hermanos que fueron censurados?
Primero, debemos recordar que no están bajo censura, como si estuvieran bajo una especie de prueba o algo así. Ellos ya han sido censurados y hay evidencia de que han corregido su mal proceder; de lo contrario hubieran sido expulsados de la congregación.
Hay quienes ven a estos hermanos como “malas compañías”. Es cierto que espiritualmente no están tan saludables como se espera de la mayoría de hermanos de la congregación. ¿Implica esto que debemos cortar todo trato social con esta persona? No es lo que el esclavo fiel y discreto ha dicho. Sin embargo, si algún hermano tiene razones para considerar a alguien que fue censurado como “mala compañía”, está en su derecho de evitar el compañerismo estrecho con este hermano. Sin embargo, antes de proceder de ese modo preguntémonos: ¿Tengo razones sólidas para creer que puede ser mala influencia para mí? ¿Hay motivos para creer que aún continúa practicando el pecado? ¿O será que estoy tomando la actitud del fariseo de la ilustración de Lucas 18:9-14?
En cualquier caso, nuestro principal interés debería ser amar a Jehová y mostrar amor al prójimo. Seguimos la exhortación de 1 Juan 3:18 de no amar sólo de palabra y con la lengua, sino en hecho y verdad. Por lo tanto, antes de apresurarnos a juzgar a un hermano, evaluamos si podemos ayudarlo a recuperar fuerzas espirituales y evitamos cualquier actitud farisaica que evidencia que nos consideramos demasiado justos (Eclesiastés 7:16).
Es cierto que los ancianos que componen el comité judicial tienen la responsabilidad de ayudar a la oveja bajo su cuidado, pero todos los miembros podemos hacer que esta se sienta apreciada en la congregación, y que continúe con el deseo de permanecer en ella. Pero, ¿qué sucede si pareciera que los ancianos han abandonado a la oveja?
¿UNA OVEJA HERIDA ABANDONADA?
Cuando un hermano acepta ser anciano de congregación, acepta la responsabilidad de cuidar de las ovejas. A partir de ese momento tiene la obligación de velar por las almas de los hermanos (1 Ped. 5:1-4). Especialmente cuando un hermano precisa ayuda ellos recuerdan que tienen la responsabilidad de juzgar y ayudar en representación de Jehová. Por eso procuran tratar con amor, dignidad y respeto a las ovejas. Tratan con paciencia a las ovejas heridas que desean ser sanadas.
Los ancianos saben que la ayuda no se puede brindar en una única audiencia con el comité judicial. La ayuda que la oveja precisa debe ser continua hasta que esté plenamente recuperada. Los ancianos deben ayudarla a no caer de nuevo en el pecado.
Sin embargo, muchas veces hay hermanos que se han sentido abandonados por los ancianos de la congregación, ¿qué es lo que realmente ha sucedido en estos casos? ¿Cómo podemos ayudar a un hermano que se siente de esa forma?
Primero que nada, recordemos que los ancianos siguen siendo imperfectos igual que nosotros. Aparte de ver nuestros problemas, ellos deben atender muchas responsabilidades en la congregación, quizás atender otros casos judiciales, y aparte, atender su trabajo, su esposa y quizás sus hijos. ¿Están los ancianos a nuestras órdenes para cuando nosotros lo queramos? Por supuesto que no. Ellos limitan tiempo de sus propias actividades para atender nuestros asuntos. ¿No deberíamos estar agradecidos por ello?
¿Justificaría esto que un hermano enfermo espiritualmente sea abandonado tras el comité judicial? ¡De ninguna manera! Recordemos que tras ser recomendado como anciano, y ser aprobada esta solicitud, queda en manos del hermano si aceptará el nombramiento o no, y al aceptar ese cargo, el hermano anciano ha aceptado con ella todas las responsabilidades y obligaciones que como consecuencia vienen. Se espera que ellos estén listos a ayudarnos. Y no hace falta mucho tiempo para que briden ayuda. Basta con que en el ministerio del campo o en las reuniones cristianas muestre un poco de interés en el hermano que ha sido censurado.
¿Qué pasa cuando un hermano se queja con nosotros de que ha sido abandonado por los ancianos? No nos apresuremos a juzgar ninguna de las dos partes. Jehová no nos ha dado el derecho de hacerlo. Consideremos todas las posibilidades, y en lo posible, mantengámonos neutrales en el asunto y siempre procuremos animar al hermano que fue censurado.
Si no tenemos equilibrio podríamos caer en dos serios problemas ante esta situación. El primer problema podría deberse a nuestro celo por la verdad y nuestro amor por la organización terrestre de Jehová. Quizás lleguemos a la conclusión de que los ancianos en verdad han hecho todo lo que está en sus manos, pero que el hermano ha mostrado necedad y no se ha dejado ayudar, pero, ¿nos consta que esto ha sido así? Al insinuar que los ancianos siempre están en lo correcto, y que es el hermano el del problema, ¿podría ser que nos estemos pareciendo a los falsos amigos de Job, que lo culparon de todos sus males diciendo que Jehová era justo y que el hombre no merece nada bueno de parte de él? Recordemos, los ancianos son imperfectos y no nos consta qué han hecho o dejado de hacer a fin de ayudar al hermano. En vista de esto, es mejor no culpar al hermano. Es cierto que si no hubiera descuidado su espiritualidad no se enfrentaría a tal situación, pero debemos procurar, no ver lo que hizo o dejó de hacer, sino cómo podemos ayudarlo de ahora en adelante.
Pero podría presentarse el otro problema, totalmente opuesto a este primero. Quizás con el afán de animar al hermano le demos la razón en todo lo que dice, y hasta critiquemos a los ancianos. ¡Este sería otro gran error! Tanto el apóstol Pedro como el discípulo Judas advirtieron con claridad —e incluso severidad— sobre la crítica a los ancianos. Se dice de las personas que caen en la murmuración que son “olas bravas del mar, que lanzan como espuma sus propias causas de vergüenza; estrellas sin rumbo fijo, para las cuales la negrura de la oscuridad permanece reservada para siempre” (Judas 13). ¡No queremos que se diga eso de nosotros! No debemos ignorar el hecho de que no sabemos qué ocurrió con exactitud durante la audiencia con el comité judicial o qué arreglos tienen hechos ya los ancianos para ayudar al hermano. En vista de que no tenemos todos los detalles y nunca los tendremos, recordemos estas palabras: “Sin embargo, estos [hombres] están hablando injuriosamente de todas las cosas que realmente no conocen; pero [en cuanto a] todas las cosas que sí entienden naturalmente como los animales irracionales, en estas cosas siguen corrompiéndose” (Judas 10; compárese con 2 Pedro 2:12).
En vista de esto, ¿no deberíamos mantenernos al margen de la disputa sobre quién está mal? Jehová no nos ha concedido el derecho de juzgar este tipo de situaciones, y si los ancianos han hecho bien su trabajo o no, es algo por lo cuál ellos mismos deberán entregar cuentas a Jehová, ¿no es este hecho suficientemente serio?
Por lo tanto, evitemos por todos los medios ponernos a favor o en contra de un hermano en esta situación. Evitemos bajo toda circunstancia la murmuración, pero también evitemos juzgar al hermano. Procuremos ayudarlo. Hagamos que se sienta amado en la congregación y recordémosle el amor que Jehová le tiene. No dejemos que una oveja herida muera espiritualmente.
No sólo los ancianos pueden ayudar a las ovejas lastimadas; todos podemos tomar parte en esta labor. Sigamos, por lo tanto, el consejo del apóstol Pablo a los tesalonicenses: “hablen confortadoramente a las almas abatidas, den su apoyo a los débiles” (1 Tes. 5:14).
lunes, 30 de noviembre de 2009
VIVIR CRISTIANO: ¿ES NECESARIO CONFESAR LOS PECADOS A LOS ANCIANOS?
LES ANIMAMOS ENCARECIDAMENTE A LEER UNA ENTRADA ACTUALIZADA SOBRE ESTE TEMA, EN EL VÍNCULO QUE ENCONTRARÁN A CONTINUACIÓN:
http://jomaixtj.blogspot.com/2013/02/la-confesion-quien.html
La Biblia relata cómo el Rey David trató de encubrir pecados graves. Dejó que sus ojos alimentaran su deseo de tener relaciones sexuales con Bat-Seba, así que mandó traerla y se acostó con ella. Cuando supo que ella estaba embarazada trató de ocultarlo intentando que el esposo de Bat-seba, Urías, se acostara con ella. Como no lo logró hizo que Urías muriera en el campo de batalla. En este caso vemos al menos dos pecados graves: Adulterio y Asesinato (2 Samuel capítulo 11).
Por supuesto que como ser humano imperfecto David quiso ocultar su pecado, pero tal plan no funcionó pues Jehová usó a su profeta Natán para desenmascarar a David. Natán logró que David se arrepintiera, de modo que hizo lo que expresó en el Salmo 32:5, confesar su pecado a Jehová. Jehová lo perdonó y le permitió seguir viviendo, aunque no lo libró de las malas consecuencias de su proceder.
En la actualidad pueden surgir situaciones similares. Es posible que alguien de buen corazón y que ame a Jehová deje que su espiritualidad se debilite, de modo que llegue a cometer un pecado grave. Al pasar el tiempo es probable que su conciencia lo empiece a condenar, ¿qué debe hacer? Primero que nada, debe arrepentirse, no por las consecuencias que le trae su pecado, sino por haberle fallado a Jehová. Luego debe confesar su pecado a Jehová, pero, ¿es suficiente? No, pero quizás se engañe pensando que Jehová lo perdonará aún si no lo confiesa a los ancianos. Analicemos si es realmente necesario que confesemos nuestro pecado a los ancianos de la congregación.
En el caso de David podemos notar que Jehová no habló directamente con David sobre el asunto, usó al profeta Natán, un ser humano de imperfecto al igual que David. En el tiempo de la nación de Israel Jehová se comunicaba directamente con Moisés sobre asuntos importantes, pero, ¿qué sucedía cuando se acusaba a alguien de cometer un pecado grave? De nuevo se usaba a seres humanos imperfectos para determinar el asunto; eran los jueces los que tenían que “escudriñar cabalmente” el asunto. Aunque era una época en que Jehová sí hablaba directamente con los humanos, en estos casos Jehová, aunque de seguro guiaba con su espíritu a los Jueces, no les hablaba directamente para tomar las decisiones (Deuteronomio 19:15-21). Esto demuestra que Jehová, desde que estableció su adoración organizada en la tierra ha usado humanos imperfectos a quienes guía con su espíritu para tratar estos casos.
¿Han cambiado los asuntos en la congregación Cristiana? No mucho. El discípulo Santiago escribió: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos de la congregación” (Santiago 5:14). ¿A que se refería el discípulo Santiago? Está claro que se refería a enfermedad espiritual, ¿cómo lo sabemos? En el versículo 13 el discípulo contrasta el que alguien esté sufriendo mal con el contentamiento, así que el contexto muestra que el discípulo habla de un estado psicológico. Por otra parte, el discípulo Santiago dice que si alguien está enfermo que llame a los ancianos, no dijo que llamara a los hermanos que tuvieran el don de la curación, y recordemos que en 1 Corintios 14:5 se da indicios de que no todos tenían todos los dones del espíritu pues allí se señala que algunos disfrutaban del don de lenguas y otros del don de la profecía, así que no por ser anciano alguien automáticamente adquiría los dones del espíritu, incluyendo el don de hablar en lenguas, el don de profetizar o el don de la curación milagrosa. No dijo tampoco que llamara a los médicos. Esto nos indica otra vez que se refería a una enfermedad espiritual, abatimiento por haber cometido un pecado pues relacionó el llamar a los ancianos con ‘confesar abiertamente los pecados’ y con recibir sanación (versículo 16). Esto nos lleva a la conclusión de que el discípulo no se refería a una enfermedad espiritual. Y es que cuando cometemos un pecado grave nos hallamos gravemente en un estado de enfermedad espiritual. Cuando el que comete un pecado grave de verdad ama a Jehová, siente pesar por haber fallado. Sin duda se identifica con los sentimientos del Salmista quien dijo: “Cuando me quedé callado, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día” (Salmo 32:3). ¿Qué hacer en esos casos?
Puede que alguien piense que lo que dijo el Salmista en el Salmo 32:5 es suficiente, a saber, confesar el pecado a Jehová. Escudándose en que esto es suficiente, posiblemente el pecador se niegue a ‘llamar a los ancianos’ y ‘confesar abiertamente su pecado’; esta actitud no necesariamente indica que el pecador no está arrepentido de corazón, pues pudiera ser que evitara hablar de eso con los ancianos debido a la misma vergüenza que siente por su penosa situación, quizás tampoco quiere correr el riesgo de ser expulsado de la congregación, o en algún caso en donde se envuelve el orgullo, es posible que no hable con los ancianos por que no quiere perder sus privilegios. Quizás piense que con haberse arrepentido y pedido perdón a Jehová en oración es suficiente, pero ¡no debemos engañarnos con ese razonamiento falso!
Notemos algo muy interesante en Santiago 5:14, 15, pues el discípulo relaciona el llamar a los ancianos con recibir perdón de pecados. Esto bien nos puede indicar de que esnecesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová. De modo que no es suficiente solo con pedir perdón a Jehová, hay que llamar a los ancianos y la ‘oración de ellos’, posiblemente oración hecha en un comité judicial, nos “sanará”, y así obtendremos el perdón de Jehová. Además de eso los ancianos nos darán consejos que nos ayuden a seguir fuertes en sentido espiritual y resueltos a no volver a pecar. Esto se evidencia por las palabras del discípulo Santiago cuando dice “que ellos [los ancianos] oren sobre él, untándo[lo] con aceite en el nombre de Jehová” (Versículo 14). ¿A qué se refería Santiago? Entendemos mejor estas palabras cuando leemos el Salmo 141:5 que dice: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar.”. De modo que la censura que los ancianos nos darán, así como sus amorosos consejos son ese “aceite” que mencionó Santiago y que contribuirán a nuestra curación espiritual.
Lo más sensato es pedir la ayuda de los ancianos; no debemos temer ser expulsados si no hemos convertido el pecado en una práctica o si estamos sinceramente arrepentidos, pues se expulsa únicamente a los que practican el pecado y los que no se han arrepentido. Además, sin la confesión será imposible obtener el perdón de Jehová. Ahora bien, sabemos qué hay que hacer cuando cometemos pecados graves, pero, ¿qué haremos cuando nos enteramos de un pecado grave que ha cometido otromiembro de la congregación? ¿Qué acciones tomará la congregación ante una acusación de ese tipo? La Biblia dice qué hay que hacer y de eso trataremos en la siguiente semana.
http://jomaixtj.blogspot.com/2013/02/la-confesion-quien.html
“Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová”
— Salmo 32:5 —
En cierto momento de nuestra vida, la mayoría experimentamos momentos de debilidad espiritual y moral. Estando nuestra espiritualidad débil corremos alto riesgo de cometer pecados graves. Nos rodea el degradante espíritu del mundo y si nos descuidamos, nos infectará. Los programas de la TV presentan la violencia como algo emocionante, las relaciones sexuales prematrimoniales y la borrachera como algo normal y hasta el estilo de vida gay como algo totalmente aceptable. Por esa razón es posible que nuestra conciencia empiece a acostumbrarse a tales situaciones y empecemos a tolerar tales prácticas condenadas por la Biblia. Si seguimos tolerando tal conducta es posible que después pasemos a aceptarla, y tras aceptarla nada impedirá que la practiquemos. Si eso nos ha sucedido, ¿qué debemos hacer? Tras cometer un pecado grave muchos tratan de encubrirlo.— Salmo 32:5 —
La Biblia relata cómo el Rey David trató de encubrir pecados graves. Dejó que sus ojos alimentaran su deseo de tener relaciones sexuales con Bat-Seba, así que mandó traerla y se acostó con ella. Cuando supo que ella estaba embarazada trató de ocultarlo intentando que el esposo de Bat-seba, Urías, se acostara con ella. Como no lo logró hizo que Urías muriera en el campo de batalla. En este caso vemos al menos dos pecados graves: Adulterio y Asesinato (2 Samuel capítulo 11).
Por supuesto que como ser humano imperfecto David quiso ocultar su pecado, pero tal plan no funcionó pues Jehová usó a su profeta Natán para desenmascarar a David. Natán logró que David se arrepintiera, de modo que hizo lo que expresó en el Salmo 32:5, confesar su pecado a Jehová. Jehová lo perdonó y le permitió seguir viviendo, aunque no lo libró de las malas consecuencias de su proceder.
En la actualidad pueden surgir situaciones similares. Es posible que alguien de buen corazón y que ame a Jehová deje que su espiritualidad se debilite, de modo que llegue a cometer un pecado grave. Al pasar el tiempo es probable que su conciencia lo empiece a condenar, ¿qué debe hacer? Primero que nada, debe arrepentirse, no por las consecuencias que le trae su pecado, sino por haberle fallado a Jehová. Luego debe confesar su pecado a Jehová, pero, ¿es suficiente? No, pero quizás se engañe pensando que Jehová lo perdonará aún si no lo confiesa a los ancianos. Analicemos si es realmente necesario que confesemos nuestro pecado a los ancianos de la congregación.
En el caso de David podemos notar que Jehová no habló directamente con David sobre el asunto, usó al profeta Natán, un ser humano de imperfecto al igual que David. En el tiempo de la nación de Israel Jehová se comunicaba directamente con Moisés sobre asuntos importantes, pero, ¿qué sucedía cuando se acusaba a alguien de cometer un pecado grave? De nuevo se usaba a seres humanos imperfectos para determinar el asunto; eran los jueces los que tenían que “escudriñar cabalmente” el asunto. Aunque era una época en que Jehová sí hablaba directamente con los humanos, en estos casos Jehová, aunque de seguro guiaba con su espíritu a los Jueces, no les hablaba directamente para tomar las decisiones (Deuteronomio 19:15-21). Esto demuestra que Jehová, desde que estableció su adoración organizada en la tierra ha usado humanos imperfectos a quienes guía con su espíritu para tratar estos casos.
¿Han cambiado los asuntos en la congregación Cristiana? No mucho. El discípulo Santiago escribió: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos de la congregación” (Santiago 5:14). ¿A que se refería el discípulo Santiago? Está claro que se refería a enfermedad espiritual, ¿cómo lo sabemos? En el versículo 13 el discípulo contrasta el que alguien esté sufriendo mal con el contentamiento, así que el contexto muestra que el discípulo habla de un estado psicológico. Por otra parte, el discípulo Santiago dice que si alguien está enfermo que llame a los ancianos, no dijo que llamara a los hermanos que tuvieran el don de la curación, y recordemos que en 1 Corintios 14:5 se da indicios de que no todos tenían todos los dones del espíritu pues allí se señala que algunos disfrutaban del don de lenguas y otros del don de la profecía, así que no por ser anciano alguien automáticamente adquiría los dones del espíritu, incluyendo el don de hablar en lenguas, el don de profetizar o el don de la curación milagrosa. No dijo tampoco que llamara a los médicos. Esto nos indica otra vez que se refería a una enfermedad espiritual, abatimiento por haber cometido un pecado pues relacionó el llamar a los ancianos con ‘confesar abiertamente los pecados’ y con recibir sanación (versículo 16). Esto nos lleva a la conclusión de que el discípulo no se refería a una enfermedad espiritual. Y es que cuando cometemos un pecado grave nos hallamos gravemente en un estado de enfermedad espiritual. Cuando el que comete un pecado grave de verdad ama a Jehová, siente pesar por haber fallado. Sin duda se identifica con los sentimientos del Salmista quien dijo: “Cuando me quedé callado, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día” (Salmo 32:3). ¿Qué hacer en esos casos?
Puede que alguien piense que lo que dijo el Salmista en el Salmo 32:5 es suficiente, a saber, confesar el pecado a Jehová. Escudándose en que esto es suficiente, posiblemente el pecador se niegue a ‘llamar a los ancianos’ y ‘confesar abiertamente su pecado’; esta actitud no necesariamente indica que el pecador no está arrepentido de corazón, pues pudiera ser que evitara hablar de eso con los ancianos debido a la misma vergüenza que siente por su penosa situación, quizás tampoco quiere correr el riesgo de ser expulsado de la congregación, o en algún caso en donde se envuelve el orgullo, es posible que no hable con los ancianos por que no quiere perder sus privilegios. Quizás piense que con haberse arrepentido y pedido perdón a Jehová en oración es suficiente, pero ¡no debemos engañarnos con ese razonamiento falso!
Notemos algo muy interesante en Santiago 5:14, 15, pues el discípulo relaciona el llamar a los ancianos con recibir perdón de pecados. Esto bien nos puede indicar de que esnecesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová. De modo que no es suficiente solo con pedir perdón a Jehová, hay que llamar a los ancianos y la ‘oración de ellos’, posiblemente oración hecha en un comité judicial, nos “sanará”, y así obtendremos el perdón de Jehová. Además de eso los ancianos nos darán consejos que nos ayuden a seguir fuertes en sentido espiritual y resueltos a no volver a pecar. Esto se evidencia por las palabras del discípulo Santiago cuando dice “que ellos [los ancianos] oren sobre él, untándo[lo] con aceite en el nombre de Jehová” (Versículo 14). ¿A qué se refería Santiago? Entendemos mejor estas palabras cuando leemos el Salmo 141:5 que dice: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar.”. De modo que la censura que los ancianos nos darán, así como sus amorosos consejos son ese “aceite” que mencionó Santiago y que contribuirán a nuestra curación espiritual.
Lo más sensato es pedir la ayuda de los ancianos; no debemos temer ser expulsados si no hemos convertido el pecado en una práctica o si estamos sinceramente arrepentidos, pues se expulsa únicamente a los que practican el pecado y los que no se han arrepentido. Además, sin la confesión será imposible obtener el perdón de Jehová. Ahora bien, sabemos qué hay que hacer cuando cometemos pecados graves, pero, ¿qué haremos cuando nos enteramos de un pecado grave que ha cometido otromiembro de la congregación? ¿Qué acciones tomará la congregación ante una acusación de ese tipo? La Biblia dice qué hay que hacer y de eso trataremos en la siguiente semana.
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