Mostrando entradas con la etiqueta jesus. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta jesus. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de febrero de 2013

Un excelente ejemplo de humildad. Lecciones de la lectura semanal de la Biblia

“Pero la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad.” – Marcos 5:32

¡Cuán difícil es decir “lo siento”! Puesto que todos hemos heredado la imperfección de nuestros primeros padres, actitudes como el orgullo y la arrogancia fácilmente pueden enredarnos, y para muchísimas personas es difícil reconocer que se han equivocado y pedir una disculpa.

En la lectura de esta semana encontramos un excelente ejemplo de honestidad y humildad. Analizaremos el relato de los versículos 25 a 34 del capítulo 5 de Marcos, y veremos qué lecciones extraemos de estos versículos.

¿DEJADEZ?
Hay veces en las que es fácil confundir la humildad con la dejadez. Jesús es nuestro máximo ejemplo de humildad, pues él dijo de sí mismo: “Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Y aunque, cuando era el momento apropiado, aceptó con humildad la voluntad de su Padre celestial, no siempre tuvo una actitud de indiferencia hacia lo que sucedía a su alrededor.

Según Marcos 5:25-29 había una mujer que padecía flujo de sangre, que había gastado todos sus recursos en médicos, pero no había logrado mejorar. Esta mujer tenía plena fe en que, si tan solo tocaba la prenda de vestir de Jesús sería sanada, y así lo hizo y fue curada de su enfermedad.

La reacción de Jesús nos enseña algo de su carácter como persona. Dicen los vv. 30-32: “Inmediatamente, también, Jesús reconoció en sí mismo que de él había salido poder, y, volviéndose entre la muchedumbre, se puso a decir: “¿Quién tocó mis prendas de vestir exteriores?”. Mas sus discípulos empezaron a decirle: “Ves la muchedumbre que te aprieta, y ¿dices tú: ‘¿Quién me tocó?’?”. Sin embargo, él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.” Jesús no quiso pasar desapercibida la acción de esta mujer y preguntó quién lo había hecho. En ocasiones anteriores Jesús había podido leer los corazones de las personas, así que lógicamente, él pudo haber sabido milagrosamente quién lo había tocado (Marcos 2:8; compare con Lucas 22:63-65). No podemos saber con exactitud por qué Jesús no decidió simplemente omitir lo sucedido; tal vez sólo quería que la persona demostrara públicamente su fe. Independientemente de cuáles hayan sido los motivos, Jesús preguntó quién lo había hecho. Los discípulos le dieron una respuesta, más no fue satisfactoria, pues el relato dice que “él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.” ¿Qué nos enseña esto?

Hay veces en las que se dan situaciones, en la familia o la congregación, en que de una u otra forma estamos implicados. ¿Está mal querer averiguar qué está sucediendo? No siempre es así. Jesús preguntó qué había sucedido, aunque él sabía qué había pasado. Igualmente nosotros, hay veces en las que podemos preguntar qué está sucediendo, y esto no debería tomarse a mal, siempre y cuando sea un asunto que de verdad nos afecta. Si no obtenemos una respuesta satisfactoria, ¿es necesariamente malo que indaguemos más en el asunto? Si consideramos que es prudente y necesario hacerlo, Jesús nos demuestra con su ejemplo que no siempre está mal indagar en detalles. Así que ser humildes no siempre es decir “sí” a todo lo que sucede, pues hay veces en las que sí podemos y debemos ahondar en situaciones para saber la verdad. Claro está, debemos tener cuidado de no andar andorreando, chismeando y entrometiéndonos en asuntos que no nos atañen (1 Timoteo 5:13).

HUMILDAD
Podemos extraer otra lección de este corto relato. El discípulo Marcos continúa su relato diciendo: “la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad” (v. 33). Centrémonos en la frase “le dijo toda la verdad”, y veamos por qué era difícil para esta mujer hacer esto.

La ley había dicho sobre mujeres como ella: “’En cuanto a una mujer, en caso de que el flujo de su sangre estuviera manando muchos días cuando no fuera el tiempo regular de su impureza menstrual, o en caso de que tuviera flujo que durara más tiempo que su impureza menstrual, todos los días de su flujo inmundo resultarán ser como los días de su impureza menstrual. Ella es inmunda” (Levítico15:25). Dado que esta mujer era ceremonialmente inmunda, ella no debía tocar a otras personas. De hecho, Levítico 15:19 decía sobre la menstruación: “’Y en caso de que una mujer esté teniendo flujo, y su flujo en su carne resulte ser sangre, debe continuar siete días en su impureza menstrual, y cualquiera que la toque será inmundo hasta el atardecer.” ¡Cuánto más esta mujer cuyo flujo de sangre no cesaba! Ahora, si usted es mujer, póngase en el lugar de ella y pregúntese cuán difícil le sería contar su enfermedad. Según el evangelista, Jesús reconoció que esta era una “penosa enfermedad” (v. 34), así que solo el hecho de contarlo seguramente fue muy difícil.

Pero no solo eso. Esta mujer estaba violando claramente la ley. Peor aún, la estaba violando en una época en donde los fariseos habían distorsionado el sentido de la ley y aplicaban de forma dura y exagerada los mandamientos divinos. ¡Imagínese tener que reconocer que había violado la ley delante de todo el pueblo! Pero eso fue lo que hizo ella (Lucas 8:47). Imagínese qué pensaría el pueblo de ella, sus vecinos y conocidos. Quienes la habían tocado ya se habían hecho “inmundos”, y ella estaba consciente de esto. Sin embargo, se tragó su orgullo y la vergüenza y confesó su acción. Estaba muy asustada, pues Marcos dice que se acercó a Jesús “atemorizada y temblando”. A esto debemos añadirle la vergüenza de contar su problema. ¿Qué nos enseña esto?

No siempre es fácil reconocer que nos hemos equivocado, pero, ¿qué hay si de acciones o palabras hemos ofendido a alguien? ¿Sería apropiado que decidiéramos insistir en que tenemos la razón? ¿O qué tal si tratáramos de culpar a otros por lo que ha sucedido a fin de no pasar vergüenza? ¿Qué hay si nuestra reputación o hasta un nombramiento en la congregación estuviera en juego? Esta mujer, cuyo nombre desconocemos, nos da un excelente ejemplo de honestidad y humildad. Nos enseña con su conducta y palabras que, cuando hemos hecho algo, debemos ser lo suficientemente valientes para asumir nuestras responsabilidades, reconocer que hemos errado y pedir perdón, aunque esto acarree temor, vergüenza o hasta habladurías en contra nuestra por parte de otras personas.

COMPASIÓN
Jesús estaba consciente de lo penosa que había sido la enfermedad de esta mujer. Jesús pudo ser legalista y regañarla por haber desobedecido la ley y arriesgado a otras personas a hacerse inmundas, pero no lo hizo. Más bien le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu penosa enfermedad” (v. 34). Imagínese lo tranquilizadoras que fueron esas palabras tras el bochorno que seguramente ella pasó. No solo había sido sanada milagrosamente, sino que el mismo hijo de Dios decidió pasar por alto el hecho de que ella había desobedecido la ley que su Padre le había dado a Moisés, y que esta ley aún estaba vigente en ese momento.

Tratemos de unir las piezas de lo dicho en los párrafos anteriores en una situación hipotética: Alguien ha hablado mal de usted o le ha ofendido de otra forma. Usted quiere saber qué sucedió, quién lo hizo y por qué lo hizo. Aunque lo mejor es simplemente pasar por alto el mal y usted está consciente de ello, no puede dejar de pensar en la situación, así que recuerda que Jesús en este relato decidió indagar en lo sucedido, y no dejó la situación sin hacer nada, de modo que toma a pecho las palabras de Jesús cuando dijo: “si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas” (Mateo 18:15). Claro está, que usted quiere saber los detalles de la situación, porque usted está implicado. Sería improcedente que actuara de esa forma si el pecado no ha sido contra usted, o es un asunto en lo que realmente no debe meterse.

Ahora bien, imagine que va con su hermano que ha pecado contra usted. Tomemos en cuenta que para casi cualquier persona es difícil reconocer sus errores y pedir disculpas, pero el hermano que lo ha ofendido, con pena, reconoce que sí se ha equivocado y le pide disculpas por lo sucedido. ¿Cuál debería ser la actitud del ofendido? ¿Aprovechará para echarle en cara la situación, hacer sentir mal al ofensor y tal vez, hasta humillarlo por lo que hizo? No es eso lo que Jesús hizo con la mujer. Él pudo haberla reprendido por haber violado la ley mosaica, pero pasó por alto esa acción y vio lo bueno en la mujer: su fe en él. Lo mismo debemos hacer nosotros si alguien que nos ha ofendido nos pide disculpas: no debemos ser duros ni legalistas, sino “humildes de corazón” al igual que Cristo, reconocer que nosotros también hemos ofendido a otros, y ver lo bueno en la persona que se disculpa: su humildad y honestidad.

Por otro lado nos enseña que siempre se espera que si nos hemos equivocado, reconozcamos nuestros errores, y sin importar qué esté en juego, asumamos nuestra responsabilidad, reconozcamos nuestra falla y pidamos disculpas. ¿Verdad que podemos extraer valiosas lecciones de tan pocos versículos?

lunes, 12 de abril de 2010

ADULTERIO, UN RICO, UN MENDIGO, TORMENTOS EN EL HADES Y GLORIA EN EL SENO DE ABRAHÁN ¿QUÉ SIGNIFICA MATEO 16:18-31? PARTE 1

“Todo el que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio”
— Mateo 16:18 —

Conocemos la ley bíblica del adulterio expuesta por Jesús en Mateo 16:18: quien se divorcia y se vuelve a casar comete adulterio y expone a otras personas a este pecado grave. La única base para un segundo matrimonio limpio ante Jehová es la infidelidad matrimonial o la muerte del cónyuge (compare con Mateo 5:32; 1 Corintios 7:39). Inmediatamente después de exponer la norma bíblica expresada en Mateo 16:18, Jesús pasa a contar una historia fascinante:

Había un hombre rico y un mendigo llamado Lázaro; con el tiempo ambos murieron y Lázaro fue llevado por los ángeles al cielo, mientras que el hombre rico fue al hades y sufría tormentos, ¿prueban estos versículos la existencia de un tormento eterno en el infierno? ¿Sabía usted que Mateo 16:18, que habla sobre el divorcio y el adulterio, nos ayuda a aclarar este asunto? Veamos:

Sabemos positivamente que un infierno en donde se atormente a las personas no existe y hay muchos textos que prueban eso como Eclesiastés 9:5, 6, 10 y Ezequiel 18:4, entonces ¿qué significan estas palabras de Jesús?

La historia que contó Jesús no puede ser una historia literalmente real porque indicaría que Lázaro ya había ido al cielo y tal cosa no era posible porque Jesús dijo “Nadie ha subido al cielo, sino solamente el que bajó de allí, es decir, yo, el Hijo del hombre” (Juan 3:13 Biblia en Lenguaje Sencillo). Siendo ese el caso debe ser lo que Jesús comúnmente contaba, una parábola. Puesto que es una parábola cada suceso y cada personaje debe tener un significado. Para identificar a los personajes hemos de leer cuidadosamente el contexto de este versículo. Unos versículos antes dice: “Ahora bien, los fariseos, que eran amantes del dinero, escuchaban todas estas cosas, y le hacían gestos de desprecio” (Lucas 16:14). Jesús dirigió su parábola a estos hombres y apropiadamente podemos llegar a la conclusión de que el hombre rico de la ilustración representa a los fariseos como conjunto porque este hombre, según contó Jesús, “se ataviaba de púrpura y lino, y gozaba de día en día con magnificencia”, y Lucas 16:14 señala que los fariseos eran “amantes del dinero”. Entonces ¿qué representa el mendigo Lázaro? Siendo los Fariseos el “hombre rico” es fácil llegar a la conclusión de quién es Lázaro. Juan 7:49 relata que los fariseos decían de la gente común: “esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos”. Puesto que para los fariseos la gente común era maldita, apropiadamente Jesús representó a este grupo de personas a un mendigo despreciable (Lucas 18:11, 12). Esta explicación resulta lógica al examinar el significado del resto de la parábola.

¿Qué significa la muerte de estas personas? Significó un cambio de condición. Es ahora cuando entra en juego las palabras de Jesús respecto al divorcio. Cuando Jehová hizo de Israel su nación escogida y los Israelitas se dedicaron a él en el monte Sinaí en el año 1513 a.E.C. los israelitas entraron en un pacto “matrimonial” con Jehová, por eso Jehová se llamó a sí mismo “el dueño marital” de Israel (Jeremías 3:14). Sin embargo, con la venida y muerte de Jesús el pacto de la ley que ataba a los Israelitas a Jehová como su esposo quedaba anulado, simbólicamente se hacía morir a las personas que estaban bajo ese pacto (Gálatas 3:13, Lea Romanos 7:1-6). Ahora era necesario, para tener la aprobación de Jehová, ser seguidor de Jesús y formar parte de su “novia” ungida, es decir, entrar en un “nuevo pacto” matrimonial (Revelación 21:2; compare Jeremías 31:31, 32 con Lucas 22:28-30). Al realizarse esa muerte simbólica de las personas, estas podían formar parte de la futura y simbólica esposa del Cordero Jesucristo sin cometer adulterio.

Esto nos aclara qué significa la muerte de ambos personajes. Esta muerte significó el cambio de condición respecto a la relación que las personas, tanto las prominentes como las comunes, tenían con la ley de Moisés. Romanos 7:4 y 6 nos ayuda a entender mejor esto cuando dice: “A ustedes también se les hizo morir a la Ley mediante el cuerpo del Cristo, para que llegaran a ser de otro. Pero ahora hemos sido desobligados de la Ley, porque hemos muerto a aquello por lo cual se nos tenía sujetos, para que seamos esclavos en un sentido nuevo por el espíritu, y no en el sentido viejo por el código escrito”. Bueno, ya aclaramos qué es la “muerte” de estos dos personajes, pero ¿qué significa, entonces, la gloria y el tormento consiguiente? Lo veremos la siguiente semana.

viernes, 14 de agosto de 2009

1914 ¿Coinciden las Fechas?

El 15 de tisri del año 607 a.E.C (4/5 de octubre) significó un final, y a la vez un comienzo. Significó el final de la dominación de Jehová mediante reyes terrestres, y dio comienzo a un período de siete tiempos proféticos de dominación gentil. En el último Rey, Sedequías se cumplió la profecía de Ezequiel: “esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Remueve el turbante, y quita la corona. Esta no será la misma. Póngase en alto aun lo que está bajo, y póngase bajo aun al alto. Ruina, ruina, ruina la haré. En cuanto a esta también, ciertamente no llegará a ser [de nadie] hasta que venga aquel que tiene el derecho legal, y tengo que dar [esto] a él’” (Ezequiel 21:26, 27) Jehová había profetizado que se quitaría la “corona” hasta que viniera “aquel que tiene el derecho legal”, es decir, Jesús. La coronación de Jesús debía efectuarse al final de esos tiempos de los gentiles. La fecha señalada para tal suceso es el 15 de tisri del año 1914 E.C. es decir el 4/5 de octubre de tal año. En esa fecha empezó una guerra en el cielo entre Jesucristo y sus ángeles, y Satanás y sus ángeles. El efecto de dicha guerra fue la expulsión de Satanás del cielo, y su consiguiente furia acá en la tierra. A partir del año 1914 empezaron también los últimos días de este sistema de cosas, que se caracterizaría por Guerras, Pestes, Hambres y grandes Terremotos (Lucas 21:10; Revelación 12:7-12).

Pues bien, si la I Guerra Mundial señaló el “principio de dolores de angustia” que marcarían los últimos días de este sistema de cosas al empezar a Reinar Jesús desde el 5 de octubre de 1914, ¿Por qué dicha guerra empezó unos dos meses antes de dicho suceso? Para responder a tal pregunta, debemos leer detenidamente la profecía del capítulo 12 de Revelación: “Y se vio en el cielo una gran señal, una mujer vestida del sol, y la luna estaba debajo de sus pies, y sobre su cabeza había una corona de doce estrellas, y ella estaba encinta. Y clama en sus dolores y en su agonía por dar a luz. Y se vio otra señal en el cielo, y, ¡miren!, un dragón grande de color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas; y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó abajo a la tierra. Y el dragón se quedó de pie delante de la mujer que estaba a punto de dar a luz, para, cuando diera a luz, devorar a su hijo.” (v.v. 1-4). La mujer es la organización celestial de Jehová. El Hijo no es Jesús, sino el Reino que nació en octubre de 1914, y el Dragón claramente es el Diablo. Pero notemos un detalle. Satanás estaba listo para devorar al Reino antes de que este naciera. Satanás quería, de ser posible, impedir el nacimiento de dicho reino, y cegar a las personas para que no vieran el cumplimiento de las profecías bíblicas respecto al Reino. Por eso, no debería extrañarnos que tal guerra sanguinaria empezara antes del nacimiento del reino y la consiguiente expulsión de Satanás del cielo, pues el Diablo y sus demonios estaban preparados para lanzar su ataque, aún antes de que el Reino mismo naciera.

miércoles, 10 de junio de 2009

Una gran cuestión: ¿"La palabra era UN dios", o "La palabra era Dios"?



Todo estudiante conciente de la Biblia tarde o temprano se enfrenta a este hecho. Yo no fui una excepción. Como todo testigo de Jehová, uso la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras en mi estudio personal, y la eh investigado a fondo y es una de las más exáctas traducciones de la Biblia que conozco (si no la más exacta). La discución respecto a la correcta traducción de Juan 1:1 es acalorada, así que decidí investigar si era correcto traducir "La Palabra era un dios".

La Koiné tiene reglas muy específicas sobre el uso del artículo. En la Koiné no existe el artículo Indefinido, de modo que no hay palabra equvalente a "un, una, unos, unas", sin embargo, cuando el sujeto está sin artículo y precede al verbo (como en Juan 1:1 que dice: και θεος εν ο λογος (Literalmente: y dios era la palabra) no se refiere a una personalidad sino a una cualidad. Es como si se debiese traducir "Y la palabra era de la misma cualidad de Dios", o "La palabra era divina", o "La palabra era un Dios". Sabemos que el θεος (theos, Dios) de la parte C del versículo no se refiere al Dios todo poderoso, Jehová, porque la parte B del versículo sí hace mención de él, y lo hace como "el Dios" (τον θεον), así que si Juan hubiera querido que pensáramos que el θεος final es el mismo que el primero, hubiera hecho referencia a él con el artículo definido τον, pero no lo hizo.

Para terminar de aclararme el punto, cayó como anillo al dedo la traducción al copto del evangelio según Juan, en donde Juan 1:1 usa el artículo indefinido "un", indicando así que las personas de los primeros tiempos cristianos consideraban que Juan 1:1 debía entenderse como si dijese "la palabra era un dios".