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— Salmo 32:5 —
La Biblia relata cómo el Rey David trató de encubrir pecados graves. Dejó que sus ojos alimentaran su deseo de tener relaciones sexuales con Bat-Seba, así que mandó traerla y se acostó con ella. Cuando supo que ella estaba embarazada trató de ocultarlo intentando que el esposo de Bat-seba, Urías, se acostara con ella. Como no lo logró hizo que Urías muriera en el campo de batalla. En este caso vemos al menos dos pecados graves: Adulterio y Asesinato (2 Samuel capítulo 11).
Por supuesto que como ser humano imperfecto David quiso ocultar su pecado, pero tal plan no funcionó pues Jehová usó a su profeta Natán para desenmascarar a David. Natán logró que David se arrepintiera, de modo que hizo lo que expresó en el Salmo 32:5, confesar su pecado a Jehová. Jehová lo perdonó y le permitió seguir viviendo, aunque no lo libró de las malas consecuencias de su proceder.
En la actualidad pueden surgir situaciones similares. Es posible que alguien de buen corazón y que ame a Jehová deje que su espiritualidad se debilite, de modo que llegue a cometer un pecado grave. Al pasar el tiempo es probable que su conciencia lo empiece a condenar, ¿qué debe hacer? Primero que nada, debe arrepentirse, no por las consecuencias que le trae su pecado, sino por haberle fallado a Jehová. Luego debe confesar su pecado a Jehová, pero, ¿es suficiente? No, pero quizás se engañe pensando que Jehová lo perdonará aún si no lo confiesa a los ancianos. Analicemos si es realmente necesario que confesemos nuestro pecado a los ancianos de la congregación.
En el caso de David podemos notar que Jehová no habló directamente con David sobre el asunto, usó al profeta Natán, un ser humano de imperfecto al igual que David. En el tiempo de la nación de Israel Jehová se comunicaba directamente con Moisés sobre asuntos importantes, pero, ¿qué sucedía cuando se acusaba a alguien de cometer un pecado grave? De nuevo se usaba a seres humanos imperfectos para determinar el asunto; eran los jueces los que tenían que “escudriñar cabalmente” el asunto. Aunque era una época en que Jehová sí hablaba directamente con los humanos, en estos casos Jehová, aunque de seguro guiaba con su espíritu a los Jueces, no les hablaba directamente para tomar las decisiones (Deuteronomio 19:15-21). Esto demuestra que Jehová, desde que estableció su adoración organizada en la tierra ha usado humanos imperfectos a quienes guía con su espíritu para tratar estos casos.
¿Han cambiado los asuntos en la congregación Cristiana? No mucho. El discípulo Santiago escribió: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a [sí] a los ancianos de la congregación” (Santiago 5:14). ¿A que se refería el discípulo Santiago? Está claro que se refería a enfermedad espiritual, ¿cómo lo sabemos? En el versículo 13 el discípulo contrasta el que alguien esté sufriendo mal con el contentamiento, así que el contexto muestra que el discípulo habla de un estado psicológico. Por otra parte, el discípulo Santiago dice que si alguien está enfermo que llame a los ancianos, no dijo que llamara a los hermanos que tuvieran el don de la curación, y recordemos que en 1 Corintios 14:5 se da indicios de que no todos tenían todos los dones del espíritu pues allí se señala que algunos disfrutaban del don de lenguas y otros del don de la profecía, así que no por ser anciano alguien automáticamente adquiría los dones del espíritu, incluyendo el don de hablar en lenguas, el don de profetizar o el don de la curación milagrosa. No dijo tampoco que llamara a los médicos. Esto nos indica otra vez que se refería a una enfermedad espiritual, abatimiento por haber cometido un pecado pues relacionó el llamar a los ancianos con ‘confesar abiertamente los pecados’ y con recibir sanación (versículo 16). Esto nos lleva a la conclusión de que el discípulo no se refería a una enfermedad espiritual. Y es que cuando cometemos un pecado grave nos hallamos gravemente en un estado de enfermedad espiritual. Cuando el que comete un pecado grave de verdad ama a Jehová, siente pesar por haber fallado. Sin duda se identifica con los sentimientos del Salmista quien dijo: “Cuando me quedé callado, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día” (Salmo 32:3). ¿Qué hacer en esos casos?
Puede que alguien piense que lo que dijo el Salmista en el Salmo 32:5 es suficiente, a saber, confesar el pecado a Jehová. Escudándose en que esto es suficiente, posiblemente el pecador se niegue a ‘llamar a los ancianos’ y ‘confesar abiertamente su pecado’; esta actitud no necesariamente indica que el pecador no está arrepentido de corazón, pues pudiera ser que evitara hablar de eso con los ancianos debido a la misma vergüenza que siente por su penosa situación, quizás tampoco quiere correr el riesgo de ser expulsado de la congregación, o en algún caso en donde se envuelve el orgullo, es posible que no hable con los ancianos por que no quiere perder sus privilegios. Quizás piense que con haberse arrepentido y pedido perdón a Jehová en oración es suficiente, pero ¡no debemos engañarnos con ese razonamiento falso!
Notemos algo muy interesante en Santiago 5:14, 15, pues el discípulo relaciona el llamar a los ancianos con recibir perdón de pecados. Esto bien nos puede indicar de que esnecesario llamar a los ancianos para obtener perdón de Jehová. De modo que no es suficiente solo con pedir perdón a Jehová, hay que llamar a los ancianos y la ‘oración de ellos’, posiblemente oración hecha en un comité judicial, nos “sanará”, y así obtendremos el perdón de Jehová. Además de eso los ancianos nos darán consejos que nos ayuden a seguir fuertes en sentido espiritual y resueltos a no volver a pecar. Esto se evidencia por las palabras del discípulo Santiago cuando dice “que ellos [los ancianos] oren sobre él, untándo[lo] con aceite en el nombre de Jehová” (Versículo 14). ¿A qué se refería Santiago? Entendemos mejor estas palabras cuando leemos el Salmo 141:5 que dice: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza, que mi cabeza no querría rehusar.”. De modo que la censura que los ancianos nos darán, así como sus amorosos consejos son ese “aceite” que mencionó Santiago y que contribuirán a nuestra curación espiritual.
Lo más sensato es pedir la ayuda de los ancianos; no debemos temer ser expulsados si no hemos convertido el pecado en una práctica o si estamos sinceramente arrepentidos, pues se expulsa únicamente a los que practican el pecado y los que no se han arrepentido. Además, sin la confesión será imposible obtener el perdón de Jehová. Ahora bien, sabemos qué hay que hacer cuando cometemos pecados graves, pero, ¿qué haremos cuando nos enteramos de un pecado grave que ha cometido otromiembro de la congregación? ¿Qué acciones tomará la congregación ante una acusación de ese tipo? La Biblia dice qué hay que hacer y de eso trataremos en la siguiente semana.