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martes, 26 de febrero de 2013

Un excelente ejemplo de humildad. Lecciones de la lectura semanal de la Biblia

“Pero la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad.” – Marcos 5:32

¡Cuán difícil es decir “lo siento”! Puesto que todos hemos heredado la imperfección de nuestros primeros padres, actitudes como el orgullo y la arrogancia fácilmente pueden enredarnos, y para muchísimas personas es difícil reconocer que se han equivocado y pedir una disculpa.

En la lectura de esta semana encontramos un excelente ejemplo de honestidad y humildad. Analizaremos el relato de los versículos 25 a 34 del capítulo 5 de Marcos, y veremos qué lecciones extraemos de estos versículos.

¿DEJADEZ?
Hay veces en las que es fácil confundir la humildad con la dejadez. Jesús es nuestro máximo ejemplo de humildad, pues él dijo de sí mismo: “Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Y aunque, cuando era el momento apropiado, aceptó con humildad la voluntad de su Padre celestial, no siempre tuvo una actitud de indiferencia hacia lo que sucedía a su alrededor.

Según Marcos 5:25-29 había una mujer que padecía flujo de sangre, que había gastado todos sus recursos en médicos, pero no había logrado mejorar. Esta mujer tenía plena fe en que, si tan solo tocaba la prenda de vestir de Jesús sería sanada, y así lo hizo y fue curada de su enfermedad.

La reacción de Jesús nos enseña algo de su carácter como persona. Dicen los vv. 30-32: “Inmediatamente, también, Jesús reconoció en sí mismo que de él había salido poder, y, volviéndose entre la muchedumbre, se puso a decir: “¿Quién tocó mis prendas de vestir exteriores?”. Mas sus discípulos empezaron a decirle: “Ves la muchedumbre que te aprieta, y ¿dices tú: ‘¿Quién me tocó?’?”. Sin embargo, él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.” Jesús no quiso pasar desapercibida la acción de esta mujer y preguntó quién lo había hecho. En ocasiones anteriores Jesús había podido leer los corazones de las personas, así que lógicamente, él pudo haber sabido milagrosamente quién lo había tocado (Marcos 2:8; compare con Lucas 22:63-65). No podemos saber con exactitud por qué Jesús no decidió simplemente omitir lo sucedido; tal vez sólo quería que la persona demostrara públicamente su fe. Independientemente de cuáles hayan sido los motivos, Jesús preguntó quién lo había hecho. Los discípulos le dieron una respuesta, más no fue satisfactoria, pues el relato dice que “él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.” ¿Qué nos enseña esto?

Hay veces en las que se dan situaciones, en la familia o la congregación, en que de una u otra forma estamos implicados. ¿Está mal querer averiguar qué está sucediendo? No siempre es así. Jesús preguntó qué había sucedido, aunque él sabía qué había pasado. Igualmente nosotros, hay veces en las que podemos preguntar qué está sucediendo, y esto no debería tomarse a mal, siempre y cuando sea un asunto que de verdad nos afecta. Si no obtenemos una respuesta satisfactoria, ¿es necesariamente malo que indaguemos más en el asunto? Si consideramos que es prudente y necesario hacerlo, Jesús nos demuestra con su ejemplo que no siempre está mal indagar en detalles. Así que ser humildes no siempre es decir “sí” a todo lo que sucede, pues hay veces en las que sí podemos y debemos ahondar en situaciones para saber la verdad. Claro está, debemos tener cuidado de no andar andorreando, chismeando y entrometiéndonos en asuntos que no nos atañen (1 Timoteo 5:13).

HUMILDAD
Podemos extraer otra lección de este corto relato. El discípulo Marcos continúa su relato diciendo: “la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad” (v. 33). Centrémonos en la frase “le dijo toda la verdad”, y veamos por qué era difícil para esta mujer hacer esto.

La ley había dicho sobre mujeres como ella: “’En cuanto a una mujer, en caso de que el flujo de su sangre estuviera manando muchos días cuando no fuera el tiempo regular de su impureza menstrual, o en caso de que tuviera flujo que durara más tiempo que su impureza menstrual, todos los días de su flujo inmundo resultarán ser como los días de su impureza menstrual. Ella es inmunda” (Levítico15:25). Dado que esta mujer era ceremonialmente inmunda, ella no debía tocar a otras personas. De hecho, Levítico 15:19 decía sobre la menstruación: “’Y en caso de que una mujer esté teniendo flujo, y su flujo en su carne resulte ser sangre, debe continuar siete días en su impureza menstrual, y cualquiera que la toque será inmundo hasta el atardecer.” ¡Cuánto más esta mujer cuyo flujo de sangre no cesaba! Ahora, si usted es mujer, póngase en el lugar de ella y pregúntese cuán difícil le sería contar su enfermedad. Según el evangelista, Jesús reconoció que esta era una “penosa enfermedad” (v. 34), así que solo el hecho de contarlo seguramente fue muy difícil.

Pero no solo eso. Esta mujer estaba violando claramente la ley. Peor aún, la estaba violando en una época en donde los fariseos habían distorsionado el sentido de la ley y aplicaban de forma dura y exagerada los mandamientos divinos. ¡Imagínese tener que reconocer que había violado la ley delante de todo el pueblo! Pero eso fue lo que hizo ella (Lucas 8:47). Imagínese qué pensaría el pueblo de ella, sus vecinos y conocidos. Quienes la habían tocado ya se habían hecho “inmundos”, y ella estaba consciente de esto. Sin embargo, se tragó su orgullo y la vergüenza y confesó su acción. Estaba muy asustada, pues Marcos dice que se acercó a Jesús “atemorizada y temblando”. A esto debemos añadirle la vergüenza de contar su problema. ¿Qué nos enseña esto?

No siempre es fácil reconocer que nos hemos equivocado, pero, ¿qué hay si de acciones o palabras hemos ofendido a alguien? ¿Sería apropiado que decidiéramos insistir en que tenemos la razón? ¿O qué tal si tratáramos de culpar a otros por lo que ha sucedido a fin de no pasar vergüenza? ¿Qué hay si nuestra reputación o hasta un nombramiento en la congregación estuviera en juego? Esta mujer, cuyo nombre desconocemos, nos da un excelente ejemplo de honestidad y humildad. Nos enseña con su conducta y palabras que, cuando hemos hecho algo, debemos ser lo suficientemente valientes para asumir nuestras responsabilidades, reconocer que hemos errado y pedir perdón, aunque esto acarree temor, vergüenza o hasta habladurías en contra nuestra por parte de otras personas.

COMPASIÓN
Jesús estaba consciente de lo penosa que había sido la enfermedad de esta mujer. Jesús pudo ser legalista y regañarla por haber desobedecido la ley y arriesgado a otras personas a hacerse inmundas, pero no lo hizo. Más bien le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu penosa enfermedad” (v. 34). Imagínese lo tranquilizadoras que fueron esas palabras tras el bochorno que seguramente ella pasó. No solo había sido sanada milagrosamente, sino que el mismo hijo de Dios decidió pasar por alto el hecho de que ella había desobedecido la ley que su Padre le había dado a Moisés, y que esta ley aún estaba vigente en ese momento.

Tratemos de unir las piezas de lo dicho en los párrafos anteriores en una situación hipotética: Alguien ha hablado mal de usted o le ha ofendido de otra forma. Usted quiere saber qué sucedió, quién lo hizo y por qué lo hizo. Aunque lo mejor es simplemente pasar por alto el mal y usted está consciente de ello, no puede dejar de pensar en la situación, así que recuerda que Jesús en este relato decidió indagar en lo sucedido, y no dejó la situación sin hacer nada, de modo que toma a pecho las palabras de Jesús cuando dijo: “si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas” (Mateo 18:15). Claro está, que usted quiere saber los detalles de la situación, porque usted está implicado. Sería improcedente que actuara de esa forma si el pecado no ha sido contra usted, o es un asunto en lo que realmente no debe meterse.

Ahora bien, imagine que va con su hermano que ha pecado contra usted. Tomemos en cuenta que para casi cualquier persona es difícil reconocer sus errores y pedir disculpas, pero el hermano que lo ha ofendido, con pena, reconoce que sí se ha equivocado y le pide disculpas por lo sucedido. ¿Cuál debería ser la actitud del ofendido? ¿Aprovechará para echarle en cara la situación, hacer sentir mal al ofensor y tal vez, hasta humillarlo por lo que hizo? No es eso lo que Jesús hizo con la mujer. Él pudo haberla reprendido por haber violado la ley mosaica, pero pasó por alto esa acción y vio lo bueno en la mujer: su fe en él. Lo mismo debemos hacer nosotros si alguien que nos ha ofendido nos pide disculpas: no debemos ser duros ni legalistas, sino “humildes de corazón” al igual que Cristo, reconocer que nosotros también hemos ofendido a otros, y ver lo bueno en la persona que se disculpa: su humildad y honestidad.

Por otro lado nos enseña que siempre se espera que si nos hemos equivocado, reconozcamos nuestros errores, y sin importar qué esté en juego, asumamos nuestra responsabilidad, reconozcamos nuestra falla y pidamos disculpas. ¿Verdad que podemos extraer valiosas lecciones de tan pocos versículos?

jueves, 7 de junio de 2012

¿Qué lo hace un “Cristiano”?

“En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos”
— Juan 13:35 —

¿Cómo identificar a los verdaderos cristianos? ¿Los identificaría el que hablarían en lenguas, curarían enfermos milagrosamente y expulsarían demonios? ¿O es la antigüedad de una organización religiosa lo que hace a un grupo la verdadera iglesia cristiana? ¿Basta con creer en Jesús?

Ninguna de las características anteriormente descritas hace a un grupo o a una persona un cristiano verdadero. De hecho, ni siquiera es suficiente con sólo creer que Dios envió a su hijo a la tierra a morir por la humanidad. El discípulo Santiago dijo: “Tú crees que hay un solo Dios, ¿verdad? Haces bastante bien. Y sin embargo los demonios creen y se estremecen.” (Santiago 2:19) Y ciertamente, los demonios no sólo creen en Dios, sino saben muy bien que Jesucristo es el hijo del Dios vivo. En una ocasión un demonio le dijo a Jesús: “Sé exactamente quién eres: el Santo de Dios.” (Lucas 4:34, 41) Así que, el que alguien crea que Jesús es el hijo de Dios, que vino y dio su vida por la humanidad, y que actualmente está en los cielos, no necesariamente lo hace cristiano. Cree en Jesús, pero, ¿de verdad es cristiano?

¿Cómo saber quién es un cristiano verdadero? Más importante que eso, ¿qué hace que yo sea un cristiano verdadero? Recordemos que ser cristiano es ser un seguidor de Cristo; no basta con creer en él, hay que imitarlo. El apóstol Pedro dijo: “Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 Pedro 2:21) ¿Cómo podemos seguir sus pasos con sumo cuidado y atención? Pues el apóstol dice que Cristo nos dejó un modelo a seguir, ¿y en dónde encontramos ese modelo? En las Escrituras Griegas Cristianas, especialmente en los cuatro evangelios, en donde se relatan en detalle las enseñanzas y actitudes de nuestro Señor. Por eso, es de suma importancia que leamos diariamente la Biblia, para conocer a Cristo. Únicamente si conocemos la personalidad y las enseñanzas de Jesús podremos seguir sus pasos. Entonces, si alguien no estudia su Biblia, ¿verdaderamente podría ser un cristiano?

Por otro lado, la antigüedad de una poderosa organización religiosa tampoco la hace necesariamente cristiana. ¿Cómo podría una iglesia denominarse “cristiana”, cuando se ha hecho culpable de odio, derramamiento de sangre y abusos de la autoridad? ¿Realmente han imitado a Jesucristo al inmiscuirse en la política y dar su bendición a las guerras? Más significativamente, ¿cómo puede alguna organización religiosa llamarse “cristiana” cuando se ha desviado por completo de las enseñanzas de Jesucristo? Por ejemplo, Jesús dijo con tanta claridad: “El Padre es mayor que yo” (Juan 14:28) ¿Es de cristianos el enseñar lo contrario, a saber, que Jesucristo es igual al Padre? Vemos que en muchos casos, de hecho, en toda la cristiandad, existen actitudes y enseñanzas que atentan contra el cristianismo verdadero.

La ejecución de obras poderosas tampoco es garantía de que una organización o iglesia está compuesta por cristianos verdaderos. Es del todo cierto que Jesús dijo: “Al ir, prediquen, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado’. Curen enfermos, levanten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios.” (Mateo 5:7) Ha de notarse que esas características distinguirían a los cristianos primitivos, durante el siglo I, pues Jesús nunca dijo que esas características continuarían por siglos. De hecho, la única señal identificadora de los cristianos verdaderos durante los últimos días, de las mencionadas en ese versículo, sería predicar el Reino de Dios. ¿Quiénes están predicando el Reino de Dios en todo el mundo? ¿Lo hacen las iglesias? No. Es más, en su vasta mayoría ignoran qué es el Reino de Dios, y creen y enseñan que este es un estado o condición de corazón. Para los últimos días Jesús también habló de la expulsión demoníaca, pero no dijo que esta sería practicada por sus seguidores verdaderos, sino más bien, por “obradores del desafuero” (Mateo 7:21-23). Además, sobre las obras poderosas, el apóstol Pablo escribió bajo inspiración divina: “el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.” (1 Corintios 13:8, La Biblia al Día) Así que ni hablar en lenguas, ni "profetizar", ni creer tener conocimiento milagroso, ni expulsar demonios lo hace a uno un cristiano verdadero, entonces ¿qué nos hace cristianos?

Ya señalamos la importancia de seguir a Jesucristo, es decir, imitar su forma de hablar, actuar y tratar a otros. Pero hay una cualidad sobresaliente que nos hace verdaderos cristianos, y esta fue señalada por el apóstol Pablo. Tras decir que los dones milagrosos desaparecerían, dijo: “sin embargo, permanecen la fe, la esperanza, el amor, estos tres; pero el mayor de estos es el amor.” (1 Corintios 13:13) ¿Notó? Dijo: “el mayor de estos es el amor”. Es más, esa sería la señal identificadora de los verdaderos discípulos de Cristo, pues él dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:35). Es el amor el que nos une como una hermandad mundial, en donde no existe odio racial ni distinción de clases. Verdaderamente pertenecemos a un conjunto de cristianos verdaderos que han desplegado verdadero amor, aún en circunstancias difíciles. Miles de hermanos nuestros han preferido la cárcel en tiempos de guerra, en lugar de ir y matar a su prójimo. ¡Todo lo contrario a las iglesias de la cristiandad!

Pero pertenecer a la organización de Dios no nos hace, de forma individual, cristianos. ¿Por qué no? Porque debemos imitar a Cristo y mostrar amor de forma personal e individual. Por eso es apropiado que nos preguntamos: “¿Soy yo un verdadero cristiano?” Para eso es importante que despleguemos amor en toda faceta de nuestra vida. Obviamente, mostrar amor no es lo único que se requiere, pero es una de las cosas más importantes. Tome en cuenta que Jesús dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros.” (Juan 13:34) Entonces, ¿qué clase de amor mostró Jesús, y cómo podemos imitarlo al amar así a nuestros hermanos? ¿Tenemos la obligación de amar únicamente a nuestros hermanos en la fe? Esas cuestiones se tratarán en las siguientes semanas, en donde nos dedicaremos a hablar detenidamente de la cualidad del amor, y de cómo mostrarlo, tanto dentro como fuera de la congregación.

martes, 3 de mayo de 2011

¿Intenta usted bajar a Cristo del cielo?

“No digas en tu corazón: ‘¿Quién ascenderá al cielo?’, esto es, para hacer bajar a Cristo”.
(Romanos 10:6)

¿Cómo sería posible querer bajar a Cristo del cielo? Muchas dudas han surgido de las palabras dadas a los Romanos en el capítulo 10 de la carta escrita por el apóstol Pablo. Apropiadamente, el apóstol Pedro reconoció que en las cartas del apóstol Pablo “hay algunas cosas difíciles de entender” (2 Pedro 3.16), y es probable que las palabras de Romanos 10:6, 7 resulten un poco complicadas. Pero veamos, a la luz del contexto, qué quiso decir el apóstol y cómo nos afecta hoy día.

En el contexto encontramos al apóstol hablando sobre la ley mosaica y el nuevo arreglo Cristiano. Por eso, no extraña que a menudo cite directamente de las palabras de la ley. En realidad, las palabras de Romanos 10:6, 7 son una variante de las que encontramos en Deuteronomio 30:11-14. Allí dice en parte: “Porque este mandamiento que te estoy mandando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en los cielos, para que se diga: ‘¿Quién ascenderá por nosotros a los cielos y nos lo conseguirá, para que nos deje oírlo para que lo pongamos por obra? […]Porque la palabra está muy cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón, para que la pongas por obra”.

En otras palabras, no había excusa para que un israelita no cumpliera los mandamientos de la ley, porque las leyes estaban claras y cerca de ellos. En el caso de los padres israelitas, debían obedecer el mandamiento de enseñar la ley a sus hijos, pero antes debían grabarla ellos mismos en su corazón, y luego inculcarlas en sus niños (Deuteronomio 6:6, 7). De esa forma, la ley estaba cerca de ellos, en su propia boca y en su propio corazón.

Usando palabras similares, el apóstol Pablo dice: “No digas en tu corazón: ‘¿Quién ascenderá al cielo?’, esto es, para hacer bajar a Cristo; o: ‘¿Quién descenderá al abismo?’, esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos”. Pero ¿qué dice? “La palabra está cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón” (Romanos 10:6-8). En otras palabras, así como los israelitas no tenían excusa para no conocer la ley, los cristianos tampoco tenían excusa para no conocer los mandamientos de Cristo y la fe en él. Ya que Cristo había bajado del cielo una vez, había muerto y resucitado, toda su labor debió quedarse plasmada en los corazones de los cristianos, de modo que ya no es necesario que Cristo vuelva a venir para enseñar la verdad. Como los cristianos de hoy, los cristianos primitivos tenían la responsabilidad de predicar estas buenas nuevas. Por eso, el apóstol Pablo les dice: “’La palabra está cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón’; es decir, la ‘palabra’ de fe, que predicamos” (Romanos 10:8). De modo que, tal como los padres israelitas tenían la ley en su corazón y en su boca al enseñársela a sus hijos, los cristianos debían tener en su corazón y en su boca la “palabra de fe” que predicaban.

Hoy, como en aquellos días, nosotros predicamos estas buenas nuevas sobre el Reino del Cristo, y proclamamos las bendiciones que nos traerá el futuro gracias al sacrificio de Jesús. Pero, ¿tenemos en nuestro corazón esas palabras de fe? Deberíamos. Sólo si tenemos esas palabras en nuestro corazón, nuestra predicación será eficaz. Así que, como la fe sigue a lo oído, tratemos de profundizar nuestro conocimiento de la palabra de Dios y las enseñanzas de Cristo. Así nunca caeremos en el error de creer que esas “palabras de fe” están lejos de nosotros, pues las predicamos de continuo cuando llevamos a las personas el mensaje de Jehová que les hará obtener la salvación (Romanos 10:13).

lunes, 19 de julio de 2010

LA VENIDA DE CRISTO ¿CUÁNDO ACONTENCE?

“A una hora que no piensan que es, viene el Hijo del hombre”

Mateo 24:44


TIEMPO APROXIMADO DE LECTURA: 5 MINUTOS


La segunda venida de Cristo ha sido un tema absorbente para los estudiantes sinceros de la Biblia a lo largo de los siglos. La iglesia Católica Romana habla poco de eso, mientras que las iglesias evangélicas y adventistas esperan con ansias el día en que Cristo venga para llevárselos al cielo. Para esas iglesias, los acontecimientos mundiales son un indicio de que Cristo está por venir, y se basan en la profecía de Mateo 24 para apoyar esa creencia. El relato empieza “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” Jesús responde: “se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24: 3, 7, 8Reina-Valera). ¿Son las cosas así? Analicemos Mateo 24:3. Los discípulos le preguntan: ‘¿cuándo será la señal de tu venida?’ el texto griego es:


οτεταυταεσταςκαιτιτοσημειοντηςσηςπαρουσιαςκαισυντελειαςτουαιωνος

(otetautaestaskaiti to seemeion tees sees parousiaskaisynteleiastouaioonos)


Literalmente dice:

Cuando estas cosas serán y qué la señal de tu presencia y [la] consumacióndelsiglo


Notemos el uso que se da a la palabra παρουσιας, parousías. Literalmente se traduce “presencia” ¿y qué diferencia hay? El Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de W. E. Vine dice, bajo Advenimiento: “parousia (parousiva, 3952), lit.: presencia (para, con, y ousia, un ser; de eimi, ser). Denota tanto una llegada como una consiguiente presencia con”.


La Atalaya contrastan la palabra “presencia” con “ausencia”, según las utilizó el apóstol Pablo en 2 Corintios 10:10, 11 con Filipenses 2:12 (Vine también usa este último versículo para contrastar presencia (parousía) con ausencia (apousía)). Véase La Atalaya del 15 de Febrero de 2008, páginas 21, 22 párrafos 1 a 7.


Vine habla también de la parousía de Cristo, y dice al respecto: “Cuando se usa del retorno de Cristo, en el arrebatamiento de la Iglesia, significa no meramente su llegada momentánea por sus santos, sino su presencia con ellos desde aquel momento hasta su revelación y manifestación al mundo”.


Los testigos de Jehová hemos entendido que la parousía de Cristo empezó en octubre de 1914, al finalizar los siete “tiempos señalados de las naciones” y al ser coronado como Rey del Reino Mesiánico (Lucas 21:24; Daniel 7:13, 14). En vista de que la palabra griega no se refiere a una venida momentánea, sino a un estarse con alguien, la presencia de Cristo empezó en octubre de 1914 y se extiende a lo largo de las décadas hasta el fin del sistema de cosas. Por esa razón, la Traducción del Nuevo Mundo, las versiones interlineales y otras traducciones de la Biblia traducen el texto más o menos así: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. ¿Significa eso que la venida de Cristo empezó en 1914? No, veámoslo.


El traducir el texto de forma que diga “tu venida”, en vez de “tu presencia” es un grave error de traducción. Sin embargo, si usamos una versión de la Biblia como la Reina Valera, debemos entender que la “venida” de Mateo 24:3 sí empezó en 1914, aunque es mejor usar una traducción más exacta que en vez de “venida” diga “presencia”. En griego sí hay una palabra correspondiente para venida, es la palabra ἔρχομαι, (érkjomai), y en Mateo 16:17 se usa de la siguiente forma: “Porque el Hijo del hombre está destinado a venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su comportamiento”. Por lo tanto, existe una gran diferencia entre la presencia de Cristo, y su venida, aunque ambas cosas están relacionadas. Sabemos que la venida de Cristo no es lo mismo que su presencia, porque en Mateo 16:17 se dice que vendrá y “entonces recompensará a cada uno según su comportamiento”. Esa misma idea se transmite en Mateo 25:31-46 cuando habla del juicio sobre las “ovejas y las cabras” y la recompensa de cada grupo. Ningún juicio de ese tipo se realizó en 1914. Algo notable es que en casi todos los pasajes en donde Jesús habla de su venida, hace mención de su venida “con sus ángeles”, y podemos entender a qué se refiere cuando leemos las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: “al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús” (2 Tesalonicenses 1:7, 8). Notemos que ahora la venida de Cristo se enlaza con el hecho de traer destrucción “a los que no conocen a Dios y [venganza] sobre los que no obedecen las buenas nuevas”. Por lo tanto, la venida de Cristo acontecerá cuando él venga a juzgar a las naciones y a ejecutar el juicio de Dios sobre los malvados.


Entonces, ¿cuándo acontece la venida de Cristo? Queda claro que es un acontecimiento futuro. Es cierto que la presencia de Cristo empezó en 1914, pero su venida aún no ha acontecido. Cuando él venga empezará la Gran Tribulación, lo que conducirá a su final al entero sistema de cosas actual. ¡Cuánto anhelamos la venida de Cristo, cuando él nos diga “Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo”! (Mateo 25:34).