lunes, 19 de julio de 2010

LA VENIDA DE CRISTO ¿CUÁNDO ACONTENCE?

“A una hora que no piensan que es, viene el Hijo del hombre”

Mateo 24:44


TIEMPO APROXIMADO DE LECTURA: 5 MINUTOS


La segunda venida de Cristo ha sido un tema absorbente para los estudiantes sinceros de la Biblia a lo largo de los siglos. La iglesia Católica Romana habla poco de eso, mientras que las iglesias evangélicas y adventistas esperan con ansias el día en que Cristo venga para llevárselos al cielo. Para esas iglesias, los acontecimientos mundiales son un indicio de que Cristo está por venir, y se basan en la profecía de Mateo 24 para apoyar esa creencia. El relato empieza “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” Jesús responde: “se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24: 3, 7, 8Reina-Valera). ¿Son las cosas así? Analicemos Mateo 24:3. Los discípulos le preguntan: ‘¿cuándo será la señal de tu venida?’ el texto griego es:


οτεταυταεσταςκαιτιτοσημειοντηςσηςπαρουσιαςκαισυντελειαςτουαιωνος

(otetautaestaskaiti to seemeion tees sees parousiaskaisynteleiastouaioonos)


Literalmente dice:

Cuando estas cosas serán y qué la señal de tu presencia y [la] consumacióndelsiglo


Notemos el uso que se da a la palabra παρουσιας, parousías. Literalmente se traduce “presencia” ¿y qué diferencia hay? El Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de W. E. Vine dice, bajo Advenimiento: “parousia (parousiva, 3952), lit.: presencia (para, con, y ousia, un ser; de eimi, ser). Denota tanto una llegada como una consiguiente presencia con”.


La Atalaya contrastan la palabra “presencia” con “ausencia”, según las utilizó el apóstol Pablo en 2 Corintios 10:10, 11 con Filipenses 2:12 (Vine también usa este último versículo para contrastar presencia (parousía) con ausencia (apousía)). Véase La Atalaya del 15 de Febrero de 2008, páginas 21, 22 párrafos 1 a 7.


Vine habla también de la parousía de Cristo, y dice al respecto: “Cuando se usa del retorno de Cristo, en el arrebatamiento de la Iglesia, significa no meramente su llegada momentánea por sus santos, sino su presencia con ellos desde aquel momento hasta su revelación y manifestación al mundo”.


Los testigos de Jehová hemos entendido que la parousía de Cristo empezó en octubre de 1914, al finalizar los siete “tiempos señalados de las naciones” y al ser coronado como Rey del Reino Mesiánico (Lucas 21:24; Daniel 7:13, 14). En vista de que la palabra griega no se refiere a una venida momentánea, sino a un estarse con alguien, la presencia de Cristo empezó en octubre de 1914 y se extiende a lo largo de las décadas hasta el fin del sistema de cosas. Por esa razón, la Traducción del Nuevo Mundo, las versiones interlineales y otras traducciones de la Biblia traducen el texto más o menos así: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. ¿Significa eso que la venida de Cristo empezó en 1914? No, veámoslo.


El traducir el texto de forma que diga “tu venida”, en vez de “tu presencia” es un grave error de traducción. Sin embargo, si usamos una versión de la Biblia como la Reina Valera, debemos entender que la “venida” de Mateo 24:3 sí empezó en 1914, aunque es mejor usar una traducción más exacta que en vez de “venida” diga “presencia”. En griego sí hay una palabra correspondiente para venida, es la palabra ἔρχομαι, (érkjomai), y en Mateo 16:17 se usa de la siguiente forma: “Porque el Hijo del hombre está destinado a venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su comportamiento”. Por lo tanto, existe una gran diferencia entre la presencia de Cristo, y su venida, aunque ambas cosas están relacionadas. Sabemos que la venida de Cristo no es lo mismo que su presencia, porque en Mateo 16:17 se dice que vendrá y “entonces recompensará a cada uno según su comportamiento”. Esa misma idea se transmite en Mateo 25:31-46 cuando habla del juicio sobre las “ovejas y las cabras” y la recompensa de cada grupo. Ningún juicio de ese tipo se realizó en 1914. Algo notable es que en casi todos los pasajes en donde Jesús habla de su venida, hace mención de su venida “con sus ángeles”, y podemos entender a qué se refiere cuando leemos las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: “al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús” (2 Tesalonicenses 1:7, 8). Notemos que ahora la venida de Cristo se enlaza con el hecho de traer destrucción “a los que no conocen a Dios y [venganza] sobre los que no obedecen las buenas nuevas”. Por lo tanto, la venida de Cristo acontecerá cuando él venga a juzgar a las naciones y a ejecutar el juicio de Dios sobre los malvados.


Entonces, ¿cuándo acontece la venida de Cristo? Queda claro que es un acontecimiento futuro. Es cierto que la presencia de Cristo empezó en 1914, pero su venida aún no ha acontecido. Cuando él venga empezará la Gran Tribulación, lo que conducirá a su final al entero sistema de cosas actual. ¡Cuánto anhelamos la venida de Cristo, cuando él nos diga “Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo”! (Mateo 25:34).

lunes, 12 de julio de 2010

¿ESTARÁ USTED EN EL NUEVO MUNDO?

“Tenemos los ojos fijos […] en las [cosas] que no se ven”
—2 Corintios 4:18—

TIEMPO APROXIMADO DE LECTURA: 5 MINUTOS


Él tenía muchos años de edad, y llevaba muchísimas décadas sirviendo fielmente a Jehová. Había aguantado una cosa tras otra: la responsabilidad de enfrentarse al Rey del imperio más poderoso del mundo, la hostilidad de la corte real, la hostilidad de su propio pueblo y, finalmente, vagar en un desierto por casi 40 años por culpa de otros ¿ya sabe de quién estamos hablando? Sí, es de Moisés. Moisés es un ejemplo digno de seguir debido al aguante que tuvo. Las pruebas que tuvo que pasar no fueron nada fáciles, pero las aguantó ¿por qué? El apóstol Pablo nos da la respuesta: “estimaba el vituperio del Cristo como riqueza más grande que los tesoros de Egipto; porque miraba atentamente hacia el pago del galardón” (Hebreos 11:26). Moisés tenía una meta que perseguir, sabía que Jehová había prometido a Abrahán que su descendencia heredaría la tierra de Canaán, lo que significaría libertad de la esclavitud para su pueblo. Moisés tenía fe en esa promesa, y por eso atravesó todas las dificultades requeridas a fin de ver realizada la promesa de Jehová (Hebreos 11:27, 28). Qué piensa, ¿fue esa promesa el combustible de los actos de fe de Moisés? La respuesta la dio Moisés mismo, no precisamente con palabras, sino con sus acciones.



Tras décadas de fiel servicio, Moisés cometió el error de no darle la gloria a Jehová por haber sacado agua de una Roca (Números 20:2-12). Moisés nos cuenta el resultado de ese error: “Y me puse a suplicar favor a Jehová en aquel tiempo en particular, y dije: […] Déjame pasar, por favor, y ver la buena tierra que está al otro lado del Jordán, esta buena región montañosa y el Líbano’. Y Jehová continuó estando furioso contra mí por causa de ustedes y no me escuchó; antes bien, me dijo Jehová: ‘¡Basta ya! Nunca me vuelvas a hablar de este asunto’” (Deuteronomio 3:24-27). ¿Cómo reaccionó Moisés? Seguramente se sintió sumamente triste. Imagínese, ¡cómo se hubiera sentido usted si, tras muchas décadas de servicio fiel, se le negara recibir el premio que perseguía! ¡Pero qué ejemplo dio Moisés! Nada en las escrituras indican que perdiera la fe en Jehová o que se rebelara contra él. Tras ese incidente siguió dando a conocer los mandamientos de Jehová a la nación de Israel, escribió el libro de Deuteronomio y el apóstol Pablo lo alista entre la gran nube de testigos fieles en el capítulo 11 de Hebreos. Este incidente hace obvio que, aunque Moisés tenía los ojos fijos en la tierra prometida, y esa era su meta, ese no era lo que lo movía a servir a Jehová. Si esa esperanza hubiera sido el combustible que mantenía vivo ese “motor”, al saber que no lograría entrar en la tierra prometida, se hubiera negado a seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces, ¿qué movía a Moisés a servir fielmente? El apóstol Pablo dice: “continuó constante como si viera a Aquel que es invisible” (Hebreos 11:27). Aunque tenía fe en que Jehová cumpliría su promesa de guiarlos a la tierra prometida, su fe se centraba, no en la promesa en sí, sino en aquel que hizo la promesa, “Aquel que es invisible”. Sí, su fe y su amor por Jehová fueron el combustible que alimentaba el motor que lo movía a actuar. Aunque para él era importante el galardón que le esperaba, era más importante el amor por su Dios, por esa razón “continuó constante como si viera a Aquel que es invisible” aún cuando supo que no entraría a la tierra prometida.



¿Qué hay de usted? ¿Qué hay de mí? ¿Por qué servimos a Jehová? ¿Cuál es el motor que mueve nuestros actos de fe? ¿Es el vernos librados de una enfermedad incurable? ¿Es el volver a ver a un ser querido que murió? ¿Es el deseo de vivir para siempre? ¿Es el deseo de ver la tierra convertida en un paraíso? Si esas son las razones por las cuales servimos a Jehová, piense detenidamente, ¿qué sucedería si supiera que Jehová no curará su enfermedad? ¿Qué sucedería si supiera que ese ser querido que murió no resucitará? ¿Qué pasaría si supiera que, de todas formas, morirá? ¿Seguiría sirviendo fielmente a Jehová si supiera que el paraíso aún está lejos, que faltan muchos años para que venga el fin? Meditar en esas respuestas revelará si estamos preparados para vivir en el nuevo mundo.



Es cierto que el anhelar las bendiciones del nuevo mundo no tiene nada de malo. De hecho el apóstol Pablo dijo que la esperanza es como un yelmo que nos protege. Sin ese “yelmo de la salvación” no podremos resistir los ataques de Satanás, y por lo tanto, tampoco podremos sobrevivir al fin de este mundo. La esperanza nos motiva, nos alienta en momentos difíciles (Efesios 6:13, 17; 1 Tesalonicenses 5:8). Tener la esperanza del nuevo mundo clara en nuestra mente y corazón nos ayudará a soportar pruebas difíciles. Pero esa esperanza nunca deberá convertirse en el motivo principal de nuestro servicio a Dios.



Si esa esperanza se convierte en nuestro único motivo para servir a Jehová, quizás nos decepcionemos al enfrentarnos a algunas situaciones y abandonemos nuestro servicio a Jehová. Podría sucedernos lo que les sucedió a algunos cristianos ungidos de principios del Siglo XX. Recordemos que muchos esperaban el fin del sistema de cosas en octubre de 1914, como no sucedió, algunos abandonaron la fe, demostrando así que la esperanza de alcanzar la salvación era el combustible de sus actos de fe, mientras que otros siguieron adelante sirviendo a Dios, demostrando que, aunque querían alcanzar su recompensa, el amor a Dios y su fe en él era lo más importante, y que no importaba cuándo actuara Jehová, lo que importaba era obedecerle. Tanto los que abandonaron la fe, como los que no, ya murieron, ¿qué diferencia hay? Que hermanos fieles como C. T. Russell, A. H. Macmillan, F. W. Franz y muchos otros ya han alcanzado su recompensa, pues, al permanecer fieles hasta la muerte han sido considerados dignos de recibir su recompensa celestial. Por lo tanto, ahora ellos están en el cielo como futuros sacerdotes y Reyes (Revelación 20:6). Por otra parte, los que repudiaron la fe murieron sin su recompensa y sin una esperanza segura ¿resucitarán en el paraíso terrestre? Solo Jehová lo sabe, aunque la Biblia da pocas esperanzas para las personas que rechazan la fe verdadera. Aún si resucitan en la tierra, se perdieron del maravilloso privilegio de reinar con Jesús y ver a Jehová cara a cara.



Esto resalta la importancia de servir a Jehová por los motivos correctos. Cultivemos amor sincero por Jehová. Conozcámoslo y tratemos de amoldar nuestra vida a sus mandamientos. Cultivemos cualidades que agradan a Jehová y evitemos actitudes que él odia. Hagamos todo eso, no solo por vivir eternamente en el paraíso que él promete. Hagámoslo por amor sincero a él. Si el amor es el motivo de nuestras acciones, no dudemos de que alcanzaremos el premio que él nos promete. Que nuestra resolución sea como la de un hermano que dijo: “Aún si Jehová no me considera digno de vivir en el nuevo mundo, el ser un testigo suyo en este sistema de cosas es lo mejor que pudo haberme pasado”. Por supuesto, nunca dudemos de las promesas de Jehová y tengámoslas claras en nuestra mente y corazón. Recordemos cada día las palabras de Hebreos 6:10: “Porque Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre”.

lunes, 5 de julio de 2010

LA COPA MUNDIAL Y EL FÚTBOL… ¿QUÉ REVELARÁ SOBRE USTED?

“Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor”

Efesios5:10—


TIEMPO APROXIMADO DE LECTURA: 4 MINUTOS


El juego estaba muy avanzado, y Argentina iba ganando a Perú 1 a 0, cuando Perú anotó un gol, pero el árbitro invalidó el gol por una infracción a las reglas. Esto causó un gran alboroto en el estadio, lo que causó 328 muertes y más de mil personas lesionadas ¡qué tragedia! El New York Times dijo: “Probablemente lo que salvó la vida del árbitro y los futbolistas fue la pesada puerta de hierro del vestuario”. Aunque ya pasaron casi 50 años de esa tragedia, nos recuerda el horrible nacionalismo que el Fútbol puede despertar en las personas. Es cierto que tragedias de ese tipo son relativamente pocas, pero la violencia relacionada con el Fútbol no es rara.


El Fútbol en sí no tiene absolutamente nada de malo. Sería correcto decir que es una diversión sana y sin complejidades.Sin embargo, los cristianos somos más meticulosos al respecto. No nos basta con el hecho de que una diversión sea sana. Hay más cosas implicadas. Veamos cuáles.


Si su país está jugando en la copa mundial, es lógico que usted quiera que gane los partidos, eso es más que obvio. Sin embargo es necesario que tomemos en cuenta el principio bíblico expuesto en Gálatas 5:26 que dice: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. ¿Cuál es su actitud respecto a esto? ¿Cuánta importancia le da al hecho de que su equipo gana o pierda? ¿Despierta esto en usted prejuicios contra personas de otros países? ¿Cómo reacciona cuando su equipo favorito pierde o gana? Si meditamos detenidamente en las respuestas honestas que daremos, probablemente nos demos cuenta de que debemos mejorar en este aspecto.


El principio de Gálatas 5:26 no solo es aplicable durante la semana que queda de la Copa Mundial. Debe también regir la forma en que nos recreamos en la congregación. En muchos lugares es común que algunos hermanos se recreen jugando fútbol, ya sea con otras congregaciones o solo los hermanos de una misma congregación. Es lamentable mencionar que en muchas congregaciones se ha infiltrado un espíritu competitivo, lo que ha causado algunos problemas. En algunos casos se ha visto hermanos gritándose unos a otros, o peleándose unos con otros, incluso ofreciendo golpes… ¿Es esa una forma cristiana de actuar? Absolutamente no. No está de más recordar lo que la revista ¡Despertad! Del 22 de diciembre de 1978 dijo: “Los ejércitos obligan a los opositores a una ‘confrontación decisiva,’ y también lo hacen los guerreros. Recuerde como, en la antigüedad, el matasietes Goliat gritó: “¿No soy yo el filisteo y ustedes siervos que le pertenecen a Saúl? Escójanse un hombre, y baje él a mí. . . . ¡Denme un hombre y peleémonos!” (1 Sam. 17:8-10) Pero los cristianos querrán evitar tal espíritu cuando participan en un juego. La vida no depende de ganar o perder tales juegos. El fútbol y otros deportes deben mantenerse en su debida perspectiva —como un simple recreo, una diversión temporánea— no como algo de importancia vital”.


Ahora veamos otro principio bíblico envuelto: “[Asegúrense] de las cosas más importantes” (Filipenses 1:10). Esto es especialmente importante si nuestras actividades espirituales coinciden en el horario con los partidos. Si su día de predicación, la reunión de la congregación o alguna de nuestras asambleas coincide en horario con la final de la copa mundial, ¿qué preferiría? Al respecto la revista ¡Despertad! Antes mencionada dijo: “¿Cuál es su actitud respecto a los deportes? Por ejemplo, ¿acostumbra usted faltar a las reuniones cristianas para jugar o asistir a juegos? Por otra parte, ¿indicaría que se están evaluando correctamente los asuntos espirituales el que se cambien las horas de las reuniones cristianas regulares para que no choquen con los juegos para la Copa Mundial? Al hacer eso, ¿se estaría dando un buen ejemplo a los que están empezando a lograr progreso espiritual? Jesús exhortó: “Sigan, pues, buscando primero el reino.”—Mat. 6:33.”


Ya sabemos que el fútbol no tiene nada de malo, ni de verlo ni de practicarlo, siempre y cuando nuestra actitud sea correcta. Si notamos que en nosotros el fútbol despierta espíritu competitivo, animosidad hacia otras personas, o si tenemos la costumbre de gritar con sentimiento fanático (literalmente) “¡¡gol!!” ¡Peligro! No es un asunto que se deba tomar a la ligera. Debemos cuidarnos de que el fútbol no sea lo más importante para nosotros, de que se convierta en una especie de Dios (Lea 1 Corintios 10:14). Cuando estemos jugando fútbol, especialmente si lo hacemos con nuestros hermanos en la fe, recordemos que el amor es la marca que nos distingue como verdaderos cristianos, que el amor “no se siente provocado”, y por lo tanto, evita que despleguemos “amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad”, pues estas actitudes no son propias de un cristiano verdadero (Efesios 4:31; 1 Corintios 13:4, 5). Debemos recordar constantemente que es nuestra obligación asistir a todas las reuniones, asambleas y predicar las buenas nuevas del Reino, dedicarle tiempo de calidad a estas actividades y darles completa concentración mientras las practicamos, sin que un partido las estorbe. Nunca sustituiremos las actividades espirituales por actividades deportivas.


Aunque el fútbol puede ser una forma sana de entretenimiento y diversión, puede revelar en nosotros actitudes mundanas, revelará si es cierto que a nivel personal ponemos primero el Reino, o, por el contrario, lo hacemos solo cuando no hay otras actividades que consideramos importantes. Debemos ejercer cautela al observar los partidos y al practicar este deporte tan popular.Si a usted le gusta el fútbol ¡Disfrute los partidos! Pero siempre recordemos que debemos tener equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida, a fin de que nuestra espiritualidad nunca se vea afectada, recordando siempre el consejo de Efesios 5:10: “Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor”.