lunes, 22 de febrero de 2010

PROFECÍAS: SI LA MUERTE ANULA EL MATRIMONIO, ¿QUÉ PASARÁ EN LA RESURRECCIÓN?

“Los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni se dan en matrimonio”

— Lucas 20:35 —

Es razonable plantearse esa pregunta. Cuando las personas se casan generalmente usan la frase “Hasta que la muerte nos separe”, ¿es así? En realidad sí, pues el apóstol Pablo escribió: “La esposa (o el esposo) está atada durante todo el tiempo que su esposo (o esposa) vive” (1 Corintios 7:39a). Según esas palabras el matrimonio acaba al morir alguno de los dos cónyuges, por eso, al anularse el matrimonio el cónyuge sobreviviente puede volver a casarse, pues el apóstol Pablo escribió: “Pero si su esposo se durmiera [en la muerte], está libre para casarse con quien quiera, [pero] solo en [el] Señor” (1 Corintios 7:39b).

Pensemos en un caso real: Martha tenía una relación sentimental con un hombre casado llamado George antes de estudiar la Biblia, el hombre quería casarse con Martha pero murió en un accidente antes de obtener el divorcio. Cuando Martha aprendió la verdad bíblica y la esperanza de la resurrección comentó: “Cuando George resucite no me buscará a mí si no a su esposa”. ¿Era acertada la idea de Marta? Veamos:

Tramposamente, los saduceos del tiempo de Jesús plantearon una pregunta muy interesante. Aunque ellos la hicieron con malos motivos, los que hoy leemos ese pasaje podemos aprender mucho. Ellos dijeron: “Maestro, Moisés nos escribió: ‘Si el hermano de algún hombre muere mientras tiene esposa, pero esta ha quedado sin hijos, su hermano debe tomar la esposa y levantar prole de ella a su hermano’. Pues bien, hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa y murió sin hijos. Lo mismo el segundo, y el tercero la tomó. Igualmente los siete; no dejaron hijos, sino que murieron. Por último, la mujer también murió. Por consiguiente, en la resurrección, ¿de cuál de ellos llega a ser esposa?” (Lucas 20:28-33).

Al leer la pregunta, podríamos pensar que el primer esposo de la mujer es el esposo legal, con quién ella se unirá cuando resucite, pero la respuesta que dio Jesús nos deja mucho en qué pensar: “Los hijos de este sistema de cosas se casan y se dan en matrimonio, pero los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni se dan en matrimonio. De hecho, tampoco pueden ya morir, porque son como los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” (Lucas 20:34-36).

Notemos una de las expresiones de Jesús: “Son como los ángeles” ¿indica esto que se refiere a la resurrección celestial? Por supuesto que los ungidos no tienen ninguna perspectiva de casarse pues serán espíritus, y entre los espíritus no hay distinción de sexos, ¿no se refiere a este hecho la expresión “son como los ángeles”? Absolutamente no. Aunque los ángeles pueden vivir eternamente son seres mortales, ¿cómo así? Pongamos como ejemplo a Satanás y sus demonios. Ellos son ángeles que por sí solos podrían ser eternos, pero serán destruidos pronto (Revelación 20:10). Pero a diferencia de los ángeles, los ungidos no pueden ser destruidos y aparentemente no dependen de una fuente externa de vida pues alcanzan la inmortalidad y la incorrupción (1 Corintios 15:53), así que los ungidos resucitados no llegan a ser como los ángeles, ellos son superiores a los ángeles. Entonces, ¿a qué se refiere cuando dice que los resucitados “son como los ángeles”? Pensemos en algún ser humano que pudiera vivir para siempre (es decir, no pudiera morir si así lo hubiera querido) pero que a la vez era un ser mortal. Hay dos, Adán y Jesús, ambos hombres tenían una condición similar a la de los ángeles pero vivían en la región terrestre. Si Adán no hubiera pecado no hubiera muerto, así que ‘no podía morir’, pero, ¿qué le hubiera pasado al perfecto hombre Adán si se hubiera caído de cabeza de 50 metros de altura? ¿Acaso era inmortal para que no le pasara nada? Por supuesto que no, él hubiera muerto. Este ejemplo ilustra la diferencia entre la “vida eterna” y la “inmortalidad”. ¿Significa esto que las palabras de Jesús en Lucas 20:34-36 aplicarán en la resurrección terrestre? Veamos:

Empecemos diciendo que los saduceos no creían ni en Jesús, mucho menos en la resurrección celestial, así que su pregunta no se enfocaría a “la primera resurrección”.

Además, aunque no hay razones para creer que el ejemplo que pusieron los saduceos sobre la mujer y sus siete esposos sea real, supongamos que lo fuera, ¿en dónde resucitarían estas ocho personas? Es lógico concluir que en la tierra, ¿por qué llegamos a esa conclusión? Porque el versículo 28 establece que era un matrimonio que se hallaba bajo la ley de Moisés, y ¿en en dónde resucitarán las personas que estuvieron bajo la ley de Moisés? En la tierra porque la esperanza celestial se empezó a dar hasta el pentecostés del año 33 E.C. unos meses después de que la ley de Moisés fuera abolida con la muerte de Cristo. Eso indica que las palabras de Jesús en donde dice que “ya no se casan ni se dan en matrimonio” aplicarían a estas ocho personas que resucitarían en la tierra.

Jesús también relacionó la resurrección con ganar “aquel sistema de cosas” lo que deja sin duda alguna que se refiere a la resurrección terrestre, pues la resurrección celestial empezó en 1918, antes de que viniera “aquel sistema de cosas”. (Para una explicación sobre el año 1918 y la “Primera resurrección” haga clic aquí).

Esto indica que no hay razón para creer que en la resurrección terrestre se vuelvan a unir los matrimonios. Es cierto que la Biblia no da detalles sobre cómo funcionará este hecho y por tales razones no entendemos cómo será realmente. Es posible que una persona cuyo cónyuge haya muerto aún guarde la esperanza de volver a unirse con él (o ella) en el paraíso. Aunque es un motivo noble no hay base bíblica para creer que eso será así, ¿es injusto eso? No, pues quien lo estableció fue Jehová Dios y él es el ser más sabio del universo y sabe qué es lo mejor para nosotros, además que no sabemos cómo exactamente será, así que no podemos decir que no nos producirá felicidad pues nunca hemos vivido situaciones similares. Sea como sea, podemos estar seguros de que el paraíso borrará todo dolor que actualmente pasemos y que todo lo que suceda allí será para nuestro disfrute y beneficio.

lunes, 15 de febrero de 2010

MOSTRANDO EL DEBIDO RESPECTO A LA AUTORIDAD EN LA CONGRAGACIÓN

Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes

— Hebreos 13:17 —

Habían pasado solo dos meses con quince días desde que los israelitas habían atravesado el mar rojo de forma milagrosa cuando empezaron a murmurar contra Jehová. Medite en esto y pregúntese, “¿Habría murmurado yo en contra de Jehová después de haber desplegado tan gran poder?” Seguro su respuesta será un rotundo No.

Aunque no hemos visto milagros tan físicos y grandiosos como las diez plagas de Egipto y la división del mar rojo sí hemos sido testigos de milagros tales como la unidad de mente y el amor que se muestra en toda nuestra hermandad mundial compuesta por millones de personas de diferentes antecedentes, razas, pueblos, naciones, idiomas y condiciones sociales ¿Acaso es poco eso en este mundo dominado por el odio, la desigualdad y la intolerancia? Pues bien, ¿murmuraría usted contra Jehová? Seguro que no, pero todos estamos expuestos a una forma de murmuración menos obvia pero igual de peligrosa: la murmuración contra la autoridad de la congregación.

Pero, ¿es tan grave la murmuración? Sí, y las Escrituras Griegas Cristianas lo muestran. El discípulo Judas nos habla de personas que hablan contra el “señorío” y “los gloriosos”; ambas designaciones se refieren a los hombres que Jehová ha nombrado sobre el rebaño y que tienen cierto grado de autoridad sobre la congregación. Judas contrasta la actitud de estos murmuradores y la de Jesús (Miguel el Arcángel) quien “tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés, [pero] no se atrevió a llevar un juicio contra él en términos injuriosos, sino que dijo: ‘Que Jehová te reprenda’” (Judas 8, 9). Si Miguel, siendo el hijo de Dios, el “jefe de ángeles” y el defensor de la soberanía de Jehová no se atrevió a hablar en términos injuriosos contra Satanás, siendo este el principal enemigo de la gobernación divina ¿Quiénes somos nosotros para murmurar en contra “los gloriosos”, hombres imperfectos que se esfuerzan por hacer la voluntad de Jehová y que han recibido puestos de responsabilidad en la congregación? Simplemente no somos nadie para tomarnos ese derecho.

De las personas que se toman esas libertades el discípulo Judas dice: “Sin embargo, estos [hombres] están hablando injuriosamente de todas las cosas que realmente no conocen; pero [en cuanto a] todas las cosas que sí entienden naturalmente como los animales irracionales, en estas cosas siguen corrompiéndose” (Judas 10). ¿Cómo podríamos caer en ese error? Pongamos como ejemplo algo común: Los comités judiciales. ¿Qué pasa cuando un familiar o amigo nuestro es censurado públicamente o es expulsado de la congregación por algo que nosotros no consideramos tan grave? ¿Murmuramos contra los ancianos del comité y decimos que fue injusto? O si sucede todo lo contrario, es decir, que se censura a alguien públicamente por algo que consideramos muy grave, ¿nos preguntamos asombrados y con un poco de cinismo “¿y solo una censura?”? Sea como sea, no tenemos el derecho de hablar de eso, ¿por qué? Porque en la reunión con el comité judicial se tratan cosas con el implicado que realmente no conocemos, ni conocemos la actitud del corazón del implicado y tampoco sabemos si el pecado que conocemos es el único que cometió o hubo otros asuntos que arregló con el comité judicial. Si habláramos de asuntos judiciales contradiciendo las decisiones de los ancianos, entonces nos asemejaríamos a “animales irracionales”, tal como la palabra de Dios indica. El discípulo Judas continúa diciendo: “¡Ay de ellos, porque han ido en la senda de Caín, y por la paga se han precipitado en el curso erróneo de Balaam, y han perecido en el habla rebelde de Coré!”, también dice: “Estos hombres son murmuradores, quejumbrosos respecto a su suerte en la vida, que proceden según sus propios deseos, y su boca habla cosas hinchadas, a la vez que están admirando personalidades en el interés de [su propio] provecho” (Judas 11, 16).

Seguramente, no nos gustaría que otras personas se refirieran a nosotros en esos términos. Entonces, ¡no nos hagamos como esa clase de gente que murmura contra la autoridad de la congregación!

El apóstol Pedro también habló de eso al decir: “Osados, voluntariosos, estos no tiemblan ante los gloriosos, sino que hablan injuriosamente, mientras que los ángeles, aunque son mayores en fuerza y poder, no presentan contra ellos acusación en términos injuriosos, [lo cual no hacen] por respeto a Jehová. Pero estos [hombres], como animales irracionales nacidos naturalmente para ser atrapados y destruidos, hasta sufrirán —en las cosas que ignoran y de las cuales hablan injuriosamente— destrucción en su propio [derrotero de] destrucción, haciéndose mal a sí mismos como paga por hacer el mal. […] Son manchas y tachas, que se entregan con desenfrenado deleite a sus enseñanzas engañosas […,] no pueden desistir del pecado, y cautivan almas inconstantes. […] Son hijos malditos” (2 Pedro 2:10-14). ¡Qué palabras tan fuertes!

Jehová, en su gran amor, nos advierte de esa clase de personas —como los apóstatas— y nos anima a no imitar su “derrotero de destrucción”, así que determinémonos a no rebajarnos a ese nivel, sino a tener siempre la aprobación de Jehová siguiendo con lealtad las instrucciones y dirección que nos da mediante los hombres que ha nombrado.

En vez de fijarnos detenidamente en los defectos de estos hombres, veamos sus cualidades y de qué forma cumplen su papel como “dádivas en hombres” (Efesios 4:8). Es cierto que habrá veces en que nos costará seguir sus instrucciones, pero es entonces cuando entra la sumisión en juego, y el apóstol Pablo nos exhorta: “Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos, porque ellos están velando por las almas de ustedes como los que han de rendir cuenta; para que ellos lo hagan con gozo y no con suspiros, por cuanto esto les sería gravemente dañoso a ustedes” (Hebreos 13:17). Si usted ve mal las acciones de algún anciano de su congregación, también concordará en que se deben a su imperfección, y que sea como sea se está esforzando por servir al rebaño y que tiene hermosas cualidades, cualidades que Jehová vio y por las cuales está sirviendo como “pastor” del “rebaño de Dios”.

Y si realmente pensamos que algo anda mal en el cuerpo de ancianos de nuestra congregación, evitemos la murmuración y dejemos las cosas en las manos de Jehová, quien promete remover a los “pastores falsos” (Ezequiel capítulo 34). Hacerlo así nos traerá el favor de Jehová y demostrará que somos leales a él y su gobernación. Mientras que los rebeldes serán destruidos —al igual que Coré y Satanás—, los leales a Jehová y su organización podrán disfrutar por toda la eternidad en paz, siendo guiados por el “pastor excelente” a la perfección, la eternidad y la felicidad.