lunes, 28 de diciembre de 2009

VIVIR CRISTIANO: “¿QUÉ HAGO SI SÉ QUE UN HERMANO COMETIÓ UN PECADO GRAVE?”

“Ahora bien, en caso de que peque un alma por cuanto ha oído maldecir en público y es testigo, o lo ha visto o ha llegado a saber de ello, si no lo informa, entonces tiene que responder por su error”
Levítico 5:1 —

De alguna forma Carlos supo que Mario se había emborrachado, pero no solo una vez, sino tres. Mario era amigo íntimo de Carlos, de modo que Carlos se encuentra ante un dilema: ¿debería acusar a su amigo? ¿Qué debería hacer? ¿Hablar con Mario? ¿Ir directamente con los ancianos? ¿O será mejor si guarda silencio? La Biblia da sabios consejos.

Primero que nada, ¿debería Carlos guardar silencio? El principio bíblico de Levítico 5:1 nos ayuda a comprender la situación. Allí dice: “Ahora bien, en caso de que peque un alma por cuanto ha oído maldecir en público y es testigo, o lo ha visto o ha llegado a saber de ello, si no lo informa, entonces tiene que responder por su error”. ¿Qué significan esas palabras? ¿A qué se refiere cuando habla de “maldecir en público”? Veamos.

Cuando un israelita era víctima de una injusticia, la persona culpable debería pagar por ese error. Pero, ¿qué pasaba cuando la víctima no sabía quién había sido quien había cometido el pecado? Se ponía en la puerta de la ciudad a proferir maldiciones en contra de esa persona. Al escuchar las maldiciones las personas sabían que se estaba buscando al culpable del pecado, así que si alguien sabía quién era el autor de la injusticia y no lo informaba debía responder por su error.

Así que el pecado mencionado en Levítico 5:1 no es proferir maldiciones. Profería maldiciones la persona inocente, y los testigos del pecado debían presentarse a acusar al pecador delante de los jueces.

Este relato nos ayuda a responder a la pregunta ¿Debería Carlos guardar silencio? Claramente el principio bíblico responde: ¡No! Ahora bien ¿con quién debería hablar Carlos? Todo dependerá de la situación.

La Biblia insta a no encubrir pecados ajenos, pues al encubrirlos nos hacemos partícipes de ellos, así que también estaremos pecando contra Jehová (1 Timoteo 5:22). Sin embargo, saber con quién debería hablarse dependerá en buena medida de las circunstancias.

En algunos casos será necesario el discernimiento para saber a qué persona dirigirse. En algunos casos quizás sea sabio hablar con la persona que cometió el pecado grave. Esto también sería amoroso por nuestra parte, pues le brinda la oportunidad al pecador de disfrutar la misericordia mostrada al que no encubre su pecado (Proverbios 28:13).

Aún así es posible que haya casos en los que sea necesario ir directamente con los ancianos de congregación para informar el pecado grave. ¿Cuándo? Esto dependerá de muchos factores. Por ejemplo ¿Cuántas personas más saben el asunto? ¿El pecador sabe que usted está enterado? ¿Se percibe arrepentimiento sincero? ¿Acudirá él a los ancianos o está tratando de encubrir por todos los medios su error? En todos los casos lo mejor es pedir la guía de Jehová mediante la oración y la lectura de publicaciones que el “Esclavo Fiel y Discreto” ha suministrado a fin de tomar la decisión más sabia y amorosa (Filipenses 2:3, 4).

No debemos olvidar que el silencio no es una opción. Debemos ver cómo influye en nosotros el principio expuesto en Levítico 5:1. Cada pecado grave que se comete ofende a Jehová, así que los pecados son en contra de él. Así que Jehová prefigura al israelita inocente que exigía que se presentara testigos ante los jueces. En la actualidad es Jehová quien está, por decirlo así, profiriendo maldiciones, exigiendo que se presenten testigos para que el pecado encubierto salga a la luz y se haga justicia. Los jueces en la actualidad son los ancianos de la congregación.

Nuestro sentido de la justicia nos debería decir que no debemos encubrir un pecado grave. Pero esto no es solo un asunto de justicia y disciplina. Recordemos que nuestro hermano que ha pecado está en una situación de grave enfermedad espiritual, enfermedad que puede costarle la vida misma. ¿Querría usted hacerse culpable de derramamiento de sangre al encubrir un pecado? (Compárese con Ezequiel 3:18 y 33:14).

Al denunciar un pecado lo hacemos, no por causar daño a nuestro hermano, sino por que lo amamos y amamos la congregación, de modo que queremos mantenerla pura. Cuando un pecado está encubierto en la congregación el espíritu santo de Jehová ‘se contrista’ (Efesios 4:30). Por poner un ejemplo, en una congregación durante un tiempo se veía poco progreso, así que fue necesario remover ancianos de esa congregación. Algunos de ellos hasta fueron expulsados de la congregación, ¿cuál fue el resultado de que salieran a luz pecados graves? Que tras esa limpieza la congregación empezó a crecer, y actualmente se distingue por ser muy amorosa. Los que fueron expulsados humildemente se arrepintieron y actualmente sirven fielmente a Jehová y disfrutan de la influencia positiva del espíritu santo.

Las medidas disciplinarias de la congregación podrían parecer extremas en algunos casos, pero siempre se persigue el mismo objetivo: que el pecador recupere su relación con Jehová. Así que si alguna vez nos enteramos de que alguien, quizás un amigo íntimo, ha cometido un pecado grave no deberíamos dudar qué hacer. Si el amor que tenemos hacia nuestro hermano es sincero, querremos ayudarlo, y no lo ayudaremos guardando silencio. A su vez, si el amor que él tiene por Jehová es ‘sin hipocresía’ y su arrepentimiento es sincero las probabilidades de que sea expulsado de la congregación son mínimas. Las penalidades y bochornos que el hermano podría pasar al ser disciplinado serán superados con creces al producir los resultados. Así que, por amor a Jehová y a nuestros hermanos nunca callaremos un pecado grave. (Romanos 12:9; Hebreos 12:11).